Jet Nebula: En Contacto con la psicodelia suprema

Ha nacido un digno referente de esa escena que quiénsabequién bautizó como «neo-psicodelia» pero que ahí está, cada día  plagada de más y más propuestas. En esa tierra fértil de experimentación, de búsqueda de sonidos, de piradez insensata, en la que grupos como Zoé, Zurdok y Porter, (sobre todo este último en el loquísimo Atemahawke) apenas y se atrevieron a entrar, aparece Jet Nebula, sin miedo a ensuciarse en esos pantanos de psicodelia. Ellos han entrado solo con sus instrumentos, desterrando cualquier pretensión comercial. 

La banda mexicana, compuesta por Diego (batería), Mike (guitarra), Blati (bajo), Alexai e Iván (sintetizadores), sigue esa estela que dejó Austin Tv, sacando uno de los discos más hipnóticos que del año. Me refiero a Contacto, una obra de manufactura rock inclasificable e intensa, que presiento se sumará a esa lista de nuevos discos «clásicos» como  Multiversio  de URSS Bajo el ÁrbolTips para ir de viaje de Vaya Futuro (ambos del 2017) . Fieles a la tendencia de integrar diversos elementos, la banda originaria de la Ciudad de México experimenta con varios sonidos entre los que se resalta la intensidad del stoner, la improvisación del jazz, y hasta la ensoñación del dreampop. Saxofones, riffs de guitarra, algo de trap, texturas de pop espacial, tintes futuristas; bien dicen que todo cabe, sabiéndolo acomodar.

Contacto es como el viaje de una persona que se pierde en el desierto o el peyote -a veces, la misma cosa-  con ganas de encontrarse. Apenas algunas notas entendibles, algunas señales de conexión con la música cantable, con letras, con coros, con posibilidades mainstream. «Cosmos», canción en colaboración con La Era de Acuario, es el claro ejemplo donde se percibe cierta nostalgia terrenal; o en «UFO», donde Kid Pistola da la nota cuerda y se pone a rapear en medio de atmósferas densas. Lo demás en Contacto es debraye donde solo importan las atmósferas, la creación, el juego. Desde la espectacular puerta de entrada, «Será» (rolísima que vale la pena oír cien veces), pasando por «Allá-Aquí», una dupla bipolar que coquetea con el post-rock siempre hermético, hasta la introspesctiva»Tendo», no hay desperdicio en esta travesía de más de cuarenta minutos.

¿Que, a veces, puede ser una expresión demasiado marciana? Sí, como toda la música que es capaz de dislocarnos, movernos, transportarnos a otros espacios. ¿Que, de pronto, puede la experiencia ser muy espesa, asfixiante, capaz de llevarnos al borde de la locura? También, como una buena noche en ácidos, peyote, o mezcalina que nos sumerge en un viaje del que eventualmente saldremos más en contacto con el mundo, con lo desconocido, más en contacto con nosotros mismos.

 

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