Nick Cave y las almas que trascendieron en una noche

Fotos: César Vicuña/Cortesía OCESA

Dicen que las cosas llegan a su debido tiempo,  sin duda esa frase pone a prueba la paciencia y la certidumbre, ya que muchas veces lo que esperamos podría nunca llegar. Hace cinco años no pude ver el show de Cave en la CDMX y todos estos años viví resignada a la idea que jamás lo podría ver en vivo… hasta la noche de ayer.

Como todos los simples mortales también he creado conceptos, mitos y dioses, un «algo» más grande que me mantenga despierta -esperanzada- ante el sinsentido de la existencia. Nick Cave se convirtió en uno desde que lo vi por primera vez en Der Himme über Berlin de Wim Wenders, cuando era joven -más-.

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Ayer me di cuenta de que no soy la única que ha puesto su alma a disposición de la música del señor Cave, ayer otras tantas almas-negras- abarrotaron el Pepsi Center WTC, todos estábamos preparados para un concierto pero no estábamos listos para que esa noche cambiara nuestra vida.

La noche comenzó con «Jesus Alone», la figura de Nick Cave entró al escenario, alta, larga, imponente. Vestido con un traje negro, desenfadado y natural, pero con un porte increíble…»las malas semillas», tomaron sus lugares y el show comenzó envuelto en una atmósfera llena de misticismo y energía que buscaba un escape, un lugar donde explotar.

Cuando llegó «From Her To Eternity», mi piel se erizó y el corazón empezó a acelerarse, era el tiempo del descontrol y de recordar al Nick Cave de 1984, un vampiro rockstar jugando con los sonidos y haciéndolos salvajes, elevando los espíritus a un goce hedonista. «Loverman», «Red Right Hand» desbordaron energía. Era como si el ambiente estuviera electrizado. Todos en trance e hipnotizados por los movimientos de  Warren Ellis  sobre el escenario. Él también se dejaba embriagar por la pasión que en ese momento se había convertido en -nuestra- energía vital.

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Lo más hermoso de la música de Nick Cave es la universalidad que en sus letras yacen como  la vida, la muerte, el amor y Dios – o aquello que es más grande que nosotros-. «Come sail your ships around me and burn your bridges down», sonaba «The Ship Song» cuando las almas se enlazaban a través de sentimientos diversos pero encaminados hacía un mismo punto.

Hubo un momento de inflexión en el que aseguro todos los que estábamos ahí compartimos un mismo sentimiento, uno indefinible pero tan fuerte que logró tocar un soft point muy personal dentro de todos, «We make a little history, baby…every time you come around». Cuando sonaron las primeras notas de «Into My Arms», ese soft point, logró que el sentimiento compartido pudiera articularse a través de palabras, mismas que fueron coreadas al unísono «Into my arms, oh lord…into my arms, oh lord» en un gran acto de redención.

El mood continuó con «Distant Sky», donde la voz de Else Torp se hizo presente y vimos su rostro proyectado en las pantallas gigantes. «Tupelo» y «Jubilee Street» sonaron por todo el Pepsi Center preparando a todos los asistentes para el momento cumbre.

Es bien sabido que Nick Cave siempre se acerca al público en sus conciertos, sin embargo en esta ocasión le dio un giro radical a esta cercanía. Mientras sonaba «The Weeping Song», Cave se volvió inmaterial, era puro espíritu, uno que se arrojó al público tanto física como emocionalmente. Logró atravesar la mitad del recinto para trasladar las mentes hacia los límites de los orígenes  simbólicos. En un punto Cave logró subirse a una plataforma a la mitad del Pepsi Center, rodeado de manos que querían tocarlo, el músico se convirtió en un profeta cuya palabra nos daba confort en ese momento en el que ya no sabíamos si estábamos vivos o  en una alucinación.

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Con «Stagger Lee»,  perdimos la cabeza, gente de la multitud empezó a subir al escenario. Los afortunados pudieron cantar al lado de Nick Cave «He said «Mr. Motherfucker, you know who I am?» y traernos a la calma con «Push The Sky Away». Tormenta y calma, el ying y el yang experimentado en solo unos minutos.

«Es el concierto del año», «es el concierto de mi vida» pude escuchar mientras salíamos del Pepsi Center, «podría morir mañana y estaría bien, estoy en paz» pensé mientras escuchaba los ecos  temporales de «Rings of Saturn»: «And this is the moment, this is exactly where she is born to be, now this is what she does and this is what she is». 

Llegar al final de la noche me hizo notar que durante unas horas, vivimos en un mundo paralelo, uno donde pudimos conectarnos espiritualmente a través de la música de Nick Cave & The Bad Seeds. Por una sola noche logramos elevarnos a partir de nuestras experiencias personales para trascender a la colectividad y eso, amigos… pasará muy pocas veces, al menos, en esta vida.

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