¿Placer? El estado emocionalista de Feist

La historia musical habla de la enorme importancia que tiene una carátula, signo de personalidad y distinción en cada álbum, pero no sólo se apantana en estas dos características, sino que cumple con un objetivo mucho mayor: seducir al escucha.

La imagen debe retratar (no forzosamente) tanto el gusto del artista como la diferenciación entre los demás músicos. Si se desea que el material sea más atendido, la portada tiene que agradar al público, animándolo a que se atreva a lanzarse, sumergirse y empaparse de música.

No obstante, una imagen no limita el contenido, es decir, “no juzgues a un libro por su portada”, como al contrario. Hay ocasiones donde el diseño es el único elemento entretenido del material. Mismo argumento aplica con Feist, una artista veterana que incursionó al mundo musical desde temprana edad, ofreciendo variados temas reconocidos e inolvidables como “1234” o “Fire In The Water” siendo este último, canción principal de la saga Twilight: Breaking Dawn.

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Mientras tanto, la portada de Pleasure ancla perfectamente al escucha en ambientes frescos, cómodos y nocturnos, recordando, en una primera impresión Let It Die, favoreciendo la cercanía del espectador y ofreciendo una perspectiva más limpia y silenciosa en la serie de cortes que preparó para este nuevo LP.

Adormecidas, bajas y lentas son en su mayor proporción la serie de canciones, no parten más allá del suelo acústico, que sirve como base para todo el material, basta escuchar sólo la primera canción y sencillo “Pleasure” para reconocer y saber de qué va todo el contenido, pues aunque permanezca la presencia de guitarras y sintetizadores, todo el álbum ha sido planeado y escrito para ser acústico.

“Pleasure” a pesar de que en ocasiones el tono vocal de Feist sube una octava, dando energía a la canción acompañada de riffs arenosos, sigue conservando un vacío existente, un sonido que alude a una emoción restringida a la liberación vocal, pues se percibe la sensación de no alejarse del paisaje acústico el cual quiere que entremos.

“Lost Dreams” y “I Wish I Dind’t Miss You” son sonatas leves y en ocasiones transformistas, gracias a las deformaciones vocales, tanto con arreglos digitales como a mera voluntad de Feist, tornándose hipnotizante y logrando ubicar cada vez mejor al público.

El tercer corte despeja un poco la idea acústica que, aunque la voz de Feist sigue casi sin separarse del camino silencioso y bajo, la musicalidad de “Get Not High, Get Not Low” es diferente pese a la guitarra (la cual será protagonista del LP), pues en los coros se suele aumentar el ritmo con una ráfaga de tambores al sazón Bossa Nova, contando en sus versos los cambios de humor que uno sufre.

Si bien se piensa que gracias a la guitarra los temas a tratar serán de amor o intimidad es incorrecto, pues la letra no está relacionado con la musicalidad, es de pensarse debido a que desde The Reminder el cual forjó una formidable audiencia gracias a los sonidos Indie Folk experimentales. El nuevo acercamiento y noviazgo de Feist con la guitarra ocasiona que se idealice un concepto romántico, no obstante toca temas particularmente profundizados y dirigidos al plano emocional.

Por otro lado, la exquisitez musical se ve reflejada en “Any Party” y “Century”, pues la nostalgia de escuchar la suave y dulce voz de Feist de 2007 vuelve con estos dos cortes. En “Any Party” se escucha el rasgueo enérgico de la guitarra con un sabor rockero que se conjuga y acopla de modo maravilloso con la tonalidad, tanto de los coros como de Leslie, lanzando un diseño intrincado al momento de grabarla.

Mientras que “Century” alcanza otro nivel, el dinamismo se oye desde el comienzo, imaginando delicadeza y rebeldía de la canadiense, el auge sonoro llega con la participación de Jarvis Cocker (Pulp) quién crea un ambiente de tensión dirigido a un clímax que jamás se alcanza, dejando sólo vacío, provocando que público se quede con ganas de que estallé esa bomba que Cocker va armando con su voz.

Pretende envolver al oyente en su expresión emocionalista a través de sus canciones, compartiendo su estado de pasiones que está viviendo, no obstante, para un público no acostumbrado a baladas sosegadas, es difícil que se entretengan y disfruten todo el material, pues al cabo de la mitad se desea presenciar sonidos más movidos y no estancarse en la lentitud silenciosa de «Plasure», llegando a tal punto de estar cansado de escuchar.

Sus melodías contienen el más mínimo indicio de improvisación y libertad. Es un sonido mucho más crudo y lo-fi que el folk indie limpio y silencioso de The Reminder, tal vez puede que aleje a algunos fans, pero como todo, a cambio atraerá otros nuevos con preferencias a producciones demasiado lentas y relajadas que, pese a la crudeza tanto musical como emocional, al estar en un estado dependiente (según sus letras), continúa existiendo un canto suave y cómodo a lo largo de un álbum trabajado a partir de sonidos drásticos diferentes a sus demás composiciones.

 

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