Seré sincera, me tardé en entrarle de corazón a Billie Eilish por el hype. Tal vez ya había escuchado por ahí «Bellyache» y «Bad Guy» porque la gente más joven de Internet se obsesiona con «13 reasons why» y videos virales de pugs con trajes y pelucas. Para contrarrestar esta saturación sin sentido, apareció When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, el álbum debut de esta adolescente prodigio, que podría regresar a sus orígenes a la escena pop actual.
¿Por qué digo prodigio? Fácil. Billie es una artista nata, canta, baila y compone. Además se crió en el seno de una familia de artistas que la estimuló creativamente desde una edad muy temprana. A los 14 años ya tenía una canción rompiéndola en Soundcloud y a los 16 ya estaba haciendo una colaboración con Khalid. ¿Qué estábamos haciendo nosotros a esa edad?
Esto me lleva a retomar el lanzamiento de When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, un disco que rompe los paradigmas de la forma y estética del pop creado por mujeres en esta década, ya que por si fuera poco Billie Eilish optó por un proceso creativo más íntimo, en la comodidad de su habitación junto a su hermano y partner in crime Finneas O’Connell, con quien produjo y escribió la mayoría de sus temas.
El concepto de los hermanos plantean en el álbum es muy claro a través de las catorce canciones, en las que explora el amor, los deseos, los instintos -asesinos-, las adicciones, los recuerdos, las heridas, las conductas autodestructivas, el miedo, la muerte, en otras palabras, el inconsciente humano.
When We All Fall Asleep, Where Do We Go? nos lleva por este campo del inconsciente a través de la voz de Billie, quien es el protagonista de todo el disco como si fuera una sesión de ASMR, un fenómeno biológico caracterizado por generar sensaciones de hormigueo o cosquillas en la cabeza o todo el cuerpo, a través de estímulos visuales y auditivos.
Como bien ya mencioné antes, este álbum vino a romper paradigmas pero también vino a revivir aquellos recursos que hicieron del pop algo icónico y valioso dentro de la historia musical -coff, coff Janet Jackson, Ciara– y es el uso de whishper core, – básicamente es cantar con susurros- demuestra el gran rango de voz y control que Billie Eilish tiene sobre ella. Es refrescante escucharla, incluso cuando parece que la cantante habla frente un ventilador.
El disco no tiene low points, todas las canciones tienen una función que te lleva a rincones diferentes y te muestra diferentes matices de emociones. «8», «Wish Your Were Gay» y «I Love You» son ideales para los corazones rotos, víctimas del amor no correspondido, mientras que «Bad Guy», «Bury a Friend» y «You should See Me In A Crown» pueden sacar los impulsos asesinos de cualquiera.
Si eres fan de The Office -así como Billie– y además andas en mood flirty «My Strange Addiction», es lo que te va a poner de buenas, ya que contiene diálogos del episodio «Threat Level Midnight» de la temporada siete, sí ese con la película de Michael.
Quizá´Billie Eilish le bajó el volumen al pop en When We All Fall Asleep, Where Do We Go? y si bien no responde a la pregunta ¿A dónde vamos cuando dormimos? sí nos permite visualizar -y escuchar- ese pequeño limbo entre los sueños lúcidos y las pesadillas que se crea cuando dormimos.