Fotos: Alejandro Servín (ig: _alejandro_servin_)

27 de octubre. Pepsi Center. Noche de poesía difusa. Una noche más en la vida de Nach. Se necesitaba. Con rimas cortas y largas, con rolas llenas de letras conscientes, con un «máster» en la ciencia del verso, Nach trajo palabras a la ciudad de México, en la noche apalabrada de siempre. La de tradición, la de cada año. Sus casi 30 años rapeando la escena dictan dos reglas: el tío Nach no se guarda palabras, y «aquí no rapeamos pendejadas». 

Y así, el rapero español empezó a repartir palabras para todos. Para los que hacen hip hop y se venden, dejando al «hip hop» solo la tercera y las dos ultimas letras («Yo no»); para los que creen, cómo él, que solo la muerte los puede tumbar («De pie»); o para los que creen en un amor que hace invencible, un «Amor Libre», (tema que, por cierto, nos recordó que cumplía 20 años). También llegaron las palabras para Acapulco y recordó la importancia del rap conciencia, del rap que se hace con amor y no por moda. ¡Fuerza a los damnificados de Guerrero!

Llegaron los agradecimientos, las bendiciones, las dedicatorias. Las historias de su vida, «basadas en hechos reales», y que nos llevaron por su carrera, desde el primer disco, Poesía Difusa del 2003, al Almanauta del 2018, por un camino vital que podría resumirse en una de sus frases: «solo sabía que si escribía, mis palabras debían ser mejores que el silencio». Su voz solo alternaba con la de Tron Dosh, el MC que lo acompañó en el escenario o cuando cantaban Bunbury o Residente en las bocinas (con quienes canta «Al otro lado del telón», y «Rap Bruto»). Cuando sonó Canserbero, otra cosa: Nach guardó silencio. Eso dio paso a su homenaje a ese «idioma de los dioses» que tanto venera y que llama música. Al final, las pruebas finales de su aliento llegaron con «Efectos vocales», pero, Nach las ha pasado tantas veces que una vez más no serían la diferencia.

Aquí un poco de lo que se vivió esa noche en el Pepsi Center.