Andrés Calamaro: Dos Noches Inolvidables en el Teatro Metropolitán

fotografía OCESA / Liliana Estrada

El Teatro Metropolitán, se convirtió en el escenario de dos noches mágicas el pasado martes 10 y miércoles 11 de octubre. La razón tras esta ola de emociones fue la presencia de un verdadero ícono de la música: Andrés Calamaro. El artista argentino, cuya carrera se ha caracterizado por traspasar fronteras con sus letras y su singular filosofía de vida, ofreció un par de actuaciones inolvidables.

Desde el primer día, cuando compartimos espacio con el «jefe» Andrés Calamaro en una conferencia de prensa, supimos que estábamos ante algo irrepetible. Este músico, que ha recorrido un camino lleno de altibajos y éxitos, volvió a sus raíces con un rock crudo, acompañado de arreglos que abarcan desde el blues hasta toques de tango y jazz. Fue un regreso al corazón de su música, a lo esencial y a la esencia misma de la vida.

Andrés es un verdadero maestro en la creación de letras que nos hacen revivir momentos especiales. Sus canciones nos sumergen en los adioses a amigos queridos y las despedidas de amores que parten hacia la eternidad. Sus letras son como hilos que tejen recuerdos, conectando nuestras emociones con cada verso y estribillo.

Pero Andrés Calamaro es mucho más que un músico; es un poeta, un filósofo de emociones encontradas, a veces incomprensibles para muchos. Defiende sus ideales y pensamientos de una manera única. No es extraño escucharlo abogar por la apertura de la Plaza México en medio de su actuación o relatar sus vivencias de niño en México, un país que dejó una huella imborrable en su corazón.

Calamaro es como un salmón que nada a contracorriente en el río de la música. Desafía lo establecido y enriquece sus letras con filosofía y poesía. Durante dos noches mágicas, nos llevó en un viaje a través de su historia musical, interpretando canciones que solía ejecutar con Los Rodríguez, como «A los ojos,» «Para no olvidar,» y el himno de muchos, «Sin documentos.»

Sus éxitos, que son auténticos himnos de amor y desamor, conmovieron los corazones del público. cantamos junto a él temas como «Mi enfermedad,» «Todavía,» «Te quiero igual,» y «Dulce condena.» Cada canción era como un fragmento de una larga y apasionante historia que nos envolvía, uniendo nuestras almas en un lazo musical que desgarraba el corazón con recuerdos de seres queridos.

La noche culminaba con «Crímenes perfectos» y «Los chicos,» un homenaje a todos esos genios que nos han dejado su música, su cultura y su enseñanza. Andrés Calamaro, con su música y sus palabras, nos recordaba la importancia de mantener viva la llama de la creatividad y el arte, incluso cuando el mundo parece estar en constante cambio.

En resumen, las dos noches en el Teatro Metropolitán con Andrés Calamaro fueron un viaje emocional a través de su rica carrera musical y su profunda conexión con la vida. En su poesía musical, encontramos un refugio para nuestras propias emociones y un recordatorio de la magia que reside en la música. Calamaro, el maestro de las emociones, nos ha dejado un legado que continuará acompañándonos a lo largo de nuestras vidas, como un faro que ilumina los mares de nuestras almas inquietas.


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