APRÉNDETE ESTA

Iba yo en 4° semestre de esta carrera tan ingrata pero tan maravillosa que tuve a bien estudiar cuando se me ocurrió que era tiempo de buscar trabajo. Ya saben, el párvulo que quiere jugar a ser grande empieza a quererintentaraprendercomoesesode beber integrarse al mercado laboral. Naaaa, más bien la neta era que está feo pedir dinero para libros y gastarlo en una vinatería (además de que los cigarrillos sueltos estaban queriendo dejar de costar 2 pesos). Bueno, por la razón que sea me pareció buena idea volverme un miembro productivo de la sociedaT, y dejando de lado que yo soy la prueba fehaciente de que aunque tengas las mejores oportunidades puedes fracasar en el futuro, con las mejores intenciones le intenté, y afortunadamente una amiga me dijo que la mamá de una amiga de una amiga de una amiga era (y es) arquitecta, y que igualsiseacordabameibaatirarelparodedecirleparaversialgo. Es importante mencionar que en ese tiempo no había ni Netflix®, ni feis, y es más, no había siquiera todavía el ese Messenger® que tantos desvelos provocó a toda una generación, por lo que durante 4 días no pude dormir de la emoción que provocaba un potencial cambio de vida tan radical.

La génesis de mi historia laboral fue, ya saben, bien acá, porque hacer mi incipiente portafolio, mi zagal “curri”, presentarlo con nervio pero con una inmerecida certidumbre, y recibir una condescendiente sonrisa fue todo un sólo acto que me pareció durar como 2.74 minutos. Digo, la palmadita en ese momento me perturbó, pero viéndolo en perspectiva, ¡cómo desearía hoy día una mirada como la de ese momento que me escupía sin atisbo de duda un: «¡Estás chavo, Chavo!» vaya que extraño el adjetivo “chavo” derramado sobre mí, en cualquier situación de la vida. Bueno, el asunto es que me dijeron, o ni eso, más bien me preguntaron: «¿Quieres aprender?». Afortunadamente alguna divina providencia hizo que me dijeran que siempre sí, que me presentara el lunes, y pues de mi discurso inaugural para la empresa —y más bien para una vida laboral peliaguda pero persistente hasta la fecha— yo recuerdo que me dijeron bien clarito cuanta contra, cuanto dilema y cuanta contrariedad me iba a encontrar, pero eso sí, no recuerdo que me hayan dicho que iba a entrar de a jefazo, de a patrón, sino que más bien no había lana, que la situación estaba bien complicada (y eso que era el 2002, cuando decía Fox que ganamos), y que medio iba a pagar por trabajar, pero eso sí, iba a integrarme a la vida laboral real. A entrenar. A volverme chingón. A aprender.

¿No les gustó esa historia? Bueno, tengo otra. Antes de que mi muy amado hermano pequeño fuera un potentado elemento de la banca internacional, una vez participó en una pastorela que traía un chascarrillo que hasta la fecha recuerdo:

«— Encontré un trabajo para las vacaciones de verano.
— ¿En dónde?
— En un supermercado.
— ¿De cajero?
—Pues, ¿qué querías? ¿De gerente?».

Disculpita si sólo a mí me sigue pareciendo gracioso, pero es que a mí me daba risa porque, en teoría, cualquier otra sería una situación imposible. Y bueno, en el sector privado como sea, porque puede uno poner al junior sepa o no sepa: ¡es mi empresa, carajo! Pero uno pensaría que nomás son excepciones. Y también supongo que ya dije las palabras mágicas para ubicarles, lectora/lector queridos, para dónde voy, pero es que no es tan simple el asunto.

Resulta que en el momento más álgido en sexenios de la historia de mi Patria, llega un individuo (conste que no estoy usando adjetivo alguno) a decir que viene a aprender. Uno que de hecho no tiene ni medio año que lo habían echado a puntapiés por errores patentes. Uno que, de hecho, en la organización para la que trabaja —que, no sé si la conozcan o la ubiquen, se llama México— ya lo habían corrido, pero ese no es el punto.

El (ojalá me ayude alguien a definir: ¿individuo?, ¿persona?, ¿señor?, ¿hijodeputQUEDIGA ojalá me ayude alguien a definirlo) sujeto en cuestión dice que de corazón no le sabe, y que va a aprender. Que hoy nos necesitamos más que nunca. Carajo, casi lloro con su sinceridaT, hasta que, ya ven que es uno suspicaz, uno se da cuenta de que, sin saber, aprendiendo, nomás va a coordinar las relaciones exteriores en el tiempo de, ni más ni menos, Donald Trump.

¿Indignante? Pueque. ¿Excepcional? ¿Raro? Ni por asomo, y es nomás eso lo que quería contarles, porque hagamos memoria: ¿qué carajo político es experto en su materia, en su cargo, en su asignación? Digo, me refiero a México, porque Canadá, y Rusia, y Alemania ya sabemos (ahí está la Wikipedia®) que luego hasta premios Nobel y eso, pero a ver, ubiquémonos, estamos hablando de México, y acá, ¿No es la historia de México eso de andar de “chapulines”? ¿No tenemos un reciente Alfredo Castillo que de algún modo puede ir de “resolver” el caso Polet, a “resolver” pedos de narcos en Michoacán, y luego resultar que también es experto en deporte como para ser el titular de la CONADE?

Nomás preguntémonos, ¿qué hacía el Peñejo hace 6 años?, ¿hace 10?, ¿qué hacían sus maestros, sus próceres?,  ¿O es que Labastida, Montiel, De Cevallos, Duarte (ambos), Yarrington, Granier, Fox, Zedillo, andan mandando curris para ver si agarran una chamba de sus áreas de expertéz?, ¿en qué es experta Margarita Zabala?, ¿en qué lo es Anaya?, ¿en qué lo es Calderón?, ¿en qué lo es Salinas de Gortari?

Al cierre de esta edición es 12 de enero del 2017, y nomás una cosa de la que tanto se llenan el hocico la boca esos políticos de mierda (quizá es un pleonasmo) es cierta, a saber: es un año lleno de retos. Decíamos que el anterior estuvo bien pitero, pero nomás porque no sabíamos —o no queríamos saber— que si la gasolina, que si el dólar, que si las reformas —ahora sí reales—.

En mi primer trabajo, más o menos pagué por trabajar. No me quejo, al contrario, lo agradezco, y hoy día más, porque no fui ni soy el único, pero lo que no agradezco es tener becarios, trainings, de a $300,000 varos al mes (y eso lo que sabemos).

Insisto, es hoy ya 12 de enero, y la mayoría de nosotros estamos aún comiendo recalentado, y seguro que por eso nos encanta la idea de andar reciclando a un pendejo que cree que por dejarse la barba ya vamos a creer que es otro, y ¿cómo no? Ni modo que hagamos algo para evitarlo.

Lo que pasa es que, todos los mexas tenemos puras historias de éxito. Todos nosotros podemos contar cómo nos dieron una gerencia sin saber ni siquiera de qué. Por eso ni nos damos cuenta de que este pendejo nomás fue más cínico, pero no atípico, porque los atípicos seguimos siendo nosotros, que al parecer nos encanta pagar por que nos cojan.

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