Bahidorá 2020: la música y la naturaleza como ritual

Un ritual es una ceremonia en la que convergen el horizonte (físico) y su verticalidad (espiritualidad), un punto caóticamente balanceado, donde el cuerpo sujeta amorosamente el alma que quiere elevarse. Cada año en Las Estacas, aquel lugar donde el río nace y los hombres danzan en un rito nocturno y matutino llamado Bahidorá.
El horizonte: lo físico como atractor ritual
Durante ocho años seguidos  Las Estacas de Morelos han cobijado a Bahidorá con un sol apapachador y una luna con aliento a menta fría que rotan al rededor de la música, el baile, lo profano y lo bendito.
Los cuerpos responden a la insinuación seductora de la música. Aún cuando no caía la noche, la obscuridad se presentó para darle paso a El Umbral, punto inicial de este ritual con Adriana Roma, productora y DJ mexicana, que entre el fondo natural se pigmentó con su consola en esta primera noche. Entre vinilos y lentes de sol Theo Parrish, convocó al movimiento y la sed a través de sus mezclas.
Al otro lado del parque, cruzando pequeños estanques con lirios, el segundo escenario llamó a sus feligreses. La Isla B entre Ojos de Dios (artesanía huichol) observó a Dj Guagüis ser la dirigente de esta misa llamada Onda Mundial, que con ayuda de EXZ y DJ Malka quienes musicalizan la transición de viernes a sábado, noche y día, la bienvenida y la estadía.
DJ Guaguïs
DJ Guagüis
Theo Parrish
Theo Parrish

Sábado

El calor del sábado evocó la desnudez y entre trajes de baño, sandalias y cervezas el día inició; el agua calmó las ardientes pieles en el río y las albercas asemejan abrevaderos en tiempos de sequía. El dueto mexicano abre el escenario principal fue Sotomayor, quienes entre lentejuelas rojas y bambús levantaron espíritus resucitados de una noche de desvelo con el estreno de su nuevo disco: Orígenes.
SOYOMAYOR_BAHIDORA_MAJO03
Buscabulla tomó el escenario Sonorama, artistas puertorriqueños con ritmos tropicales y electrónicos llenaron la circunferencia del parque. Cerca de ahí en La Estación, la marimba frenética de Son Rompe Pera, tomó La Estación con los ritmos caribeños que moldean los movimientos de cadera, brazos y cabezas de asistentes hambrientos de fluir como el agua de Las Estacas.
Buscabulla_RodrigoGuerrero4

Lo vertical: el alma de las cosas

Entrega del alma, del espíritu y de la energía es como los asistentes, tanto los artistas en escena, se vinculan en una sola onda que va y viene entre uno y otro, ese halo fue visible a la hora en que el productor y DJ originario de Compton, Channel Tres, subió al escenario con sus clásicas gafas obscuras y su piel morena para hacer vibrar a todos con sus grandes éxitos como «Top Down». Su presentación era una probadita de lo intenso que se pondría el festival.
Chanel3_RodrigoGuerrero4
El hip hop siempre ha sido un género muy presente en Bahidorá y en la edición 2020 no podía fallar, pues en La Estación inició el alternative rap, con la presencia de una mujer imponente de Chattanooga Tennessee,  BBYMUTHA, con rimas que van del amor al desprecio por uno mismo, mientras que en el escenario principal GoldLink mostraba su gama artística. El compositor estadounidense dio gala de sus raíces, que con sus pantalones de vestir y camisa florida deambulaba por el escenario convocando al mosh pit con la elegancia de una pantera negra entre luces neón.
Goodlink_RodrigoGuerrero4
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Como todo ritual llegó el punto más alto de la noche, aquel en el que se libra una batalla, semejante a hacer el amor, una entrega y un recibimiento mutuo, donde el cuerpo se entrega y el alma se expande. Erykah Badu, apareció entre la obscuridad marchando, el tambor acompañaba sus pasos, cada toque con el suelo retumba al rededor, un sombrero grande con una pluma, y una capa brillosa, es imponente aquél momento, sus ojos bien abiertos quieren devorar la energía despedida por el público. El éxtasis sobrellena el lugar.
ErykahBadu_RodrigoGuerrero
«Hello, Hello, Hey Hello Hello… Hola, Hola, Ho-Hola Hola». Las primeras palabras de la texana en el festival, el público enloqueció y se entregó en cada momento desde ese instante. La exponente del neo soul  demostró por qué fue la headliner del festival, su presentación estuvo guiada por ruidos de naturaleza y luces que rodearon su cuerpo,  su tez obscura y su melena castaña, la mostraban como un oráculo, uno que que dictaba respuestas en forma de verso a quienes la evocaron.
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«Texas es México por eso soy mexicana», afirmó Badu tras un discurso motivador y potente mientras cantaba junto a sus seguidores. Las expectativas del show se fueron al carajo, aquello  había rebasado el sueño de cualquiera de los ahí presentes. La despedida, sin duda fue el punto más álgido, el éxtasis inundaba a tanto al público como a la cantante, el corazón estaba lleno y el espíritu también.
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La noche continuó a pasos agigantados, los cielos oscurecieron pero la tierra los iluminó con ritmos que cimbraron pieles y mente a través de la danza. La dirección y sentido de la misma la tomó Masters At Work en el escenario principal pocas veces se baila al ritmo de una leyenda del house. Del otro lado del paraíso, el baile más íntimo fue orquestado por una DJ mexicana que entre velas mezcló música y alarmas, es así como Panchita Peligro, alborotó melenas y eriza pieles poco antes de amanecer.
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Ya es domingo y la mañana empieza temprano pero las fuerzas de los cuerpos no tan rápido como el calor que sienten, ultimo día de festival y una mujer de nuevo congrega los cuerpos y las voces como despedida, Sister Nancy, primera mujer en el  dancehall jamaiquino, quien despide el Bahidorá 2020 con el orgullo de sus raíces, con su famoso himno de reggae: «Bam bam».
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Todo en la vida pasa, el dolor, la felicidad pero como el proverbio chino dice «Cuando avientas una piedra al río el agua se turba, después de un tiempo se aquieta de nuevo, pero la piedra sigue ahí», es así como Bahidorá año con año  emociona, conmueve y agita, después apacigua y pacifica.
Sin duda este Bahidorá 2020 fue más allá, como aquella piedra del proverbio se queda adentro y cambia el interior del río. Justo ahí es donde converge el horizonte y la verticalidad del ritual, en el cambio de conciencia que se vive después porque para eso son, para cambiar, transformar y evidenciar lo que no se ve pero ahí está.
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