Por Eric del Rey
Pray for the Wicked es la más reciente entrega del grupo estadounidense Panic! At the Disco y fue lanzado el pasado 22 de junio del 2018. Con 11 canciones, los originarios de Las Vegas nos presentan un material que tal vez no consiga nuevos adeptos, pero que no decepcionará a sus fans de “hueso colorado”.
Previo al lanzamiento del disco nos presentaron 3 sencillos: «Say Amen (SaturdayNight)», «High Hopes» y «King of theClouds», temas que ya nos dejaban ver las intenciones de P!atD para el resto del álbum, pues el sonido de un pop inundado de sintetizadores y baterías programadas, nos develan una hechura de alta manufactura pero que poco arriesga en términos musicales.
PftW es un disco que no baja la intensidad de la energía hasta el último momento, tal vez sea el ánimo que Brendon Urie, vocalista y compositor de la banda, le impregnó al escribirlo, pues fue un trabajo que se preparó en paralelo a su participación en la obra musical Kinky Boots de Broadway durante el 2017 y la intención se nota en las tonadas plasmadas en la grabación.
Panic! at the Disco nos regala un conjunto de 11 canciones que bien podrían ser temas que rechazó Bruno Mars antes de decidir colaborar con Mark Ronson para “Uptown Funk”. 11 temas desabridos que, como ya se dijo, son resultado de un esfuerzo evidente pero que no logran hacer de éste, su trabajo más memorable.
El material lleva la firma de producción de Jake Sinclair, viejo conocido de la banda y responsable de piezas como The White Album de Weezer, entre otros trabajos con FallOutBoy; influencia que se revela a “bote pronto” y que se mantiene como un secreto a voces al pasar de los minutos, pues las canciones nos recuerdan esos sonidos de bandas Punk Pop de principios del 2010.
Pray for the Wicked es un disco que nos recuerda a aquel chico popular de la secundaria que es agradable, bien arreglado, “buena onda” y hasta guapo, pero del que al paso del tiempo nadie recuerda. Las piezas entregadas en la producción son pulcras en su trabajo, con un sonido moderno y bien logrado, con una calidad que responde a los estándares de la época, pero que no logra aferrarse en la parte más profunda del subconsciente del escucha y del que poco recuerdas una vez pasado un rato de haberlo oído.
