“Falsa alarma” de Two door cinema club: ni incendio ni terremoto

A veces es difícil cuando un grupo, cada vez menos promesa y más mediático, saca un nuevo álbum y hay que reseñarlo. En este caso la misión fue False alarm, el cuarto disco de Two door cinema club. Después de Gameshow (2016) un tercer disco entretenido, electrizante, y con mucho hype, la expectativa de este trío irlandés  era bastante grande. Y no, no es ni un incendio ni un terremoto; si acaso una brisa de verano sin ninguna amenaza de huracán.

En este caso, la espera le jugó en contra.  La expectativa solo ayudó a centrar la atención en sus anteriores trabajos: Tourist history (2010) y Beacon (2012).  De regulares a bueno; no son maremotos, pero otorgan ratos agradables y canciones memorables. La realidad es que éste será, probablemente, uno de sus materiales más flojos. Irónico, porqué aquí, el trío se ‘arriesga’ a cambiar las guitarras por sintetizadores, los residuos del rock por implantaciones sumamente neón de electropop. Parece que las ganas de renovarse les jugó una mala pasada.

En una escena saturada de grandes propuestas dance synthpop, que van desde Miami Horror hasta Metric, Two Door Cinema Club destacaba, precisamente, por esas guitarras alocadas y esos intensos bajos provenientes del funk. Sin ser realmente novedosos, sonaban cool, modernos, una de esas bandas para sorprender en la fiesta. En False alarm, intentan apostar por un camino mucho más corto hacia ‘lo masivo’. Un atajo pues, en el que hay que renunciar a esos gustitos del rock, de los solos.

Su esfuerzo es mantener el proyecto en terreno sólido y, para ello, se han asegurado de incluir hip-hop, indie rock, neopsicodelic pop y hasta eurodance. No es gratuita la colaboración del rapero Open Mike Eagle, en «Nice to see you». Tampoco la de Zimbabue Mokoomba, en “Satisfaction Guaranteed”. Las coincidencias no existen en el mundo de la música. Todo, todo está calculado para que éste año sea el de Two Door Cinema Club, o, al menos ese es el mensaje de la industria y su disquera Prolifica. Por eso, cada una de sus canciones suenan a éxito inmediato de bar fresa en la Condesa.

Letras grandes en un cartel, no siempre significan LETRAS GRANDES. A veces representa más gente y más dinero; para bien o para mal. Si eso significa renunciar un poco a las guitarras y al sentido crítico y trágico que caracterizaban sus letras, que así sea. Alex Trimble, Sam Halliday y Kevin Baird, han buscado la manera de conciliar todas sus ansias; las ganas de bailar con sus ganas de hacer música (y billetes) y las ansias de decirle algo al mundo con lo ‘políticamente correcto’.

Y ahí es donde quizás podamos notar más el cambio. Sus letras han pasado de ser críticas a ser satíricas, es decir, se toman menos en serio como músicos y disfrutan más las consecuencias. Mas millennial imposible, por eso suena y ‘se pega’. Por esta razón sus seguidores se multiplican por osmosis. False alarm los pone a la cabeza de los festivales, detrás de esa sección fresca de letras grandes como Phoenix o The 1975. El título del álbum suena perfecto: todo fue una falsa alarma; ni incendio ni terremoto. ¡Que siga la fiesta!

 

 

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