El miércoles pasado asistí al concierto de The 1975 en el Pepsi Center. Llegué cerca de las 21:00 horas, ya era algo tarde, pero eso no me causaba conflicto pues sabía que el recinto no es lo suficientemente grande como para no poder disfrutar de la banda de Matthew Healy desde la parte de atrás. De pronto una chica se subió a los hombros de su acompañante, varias personas que estaban detrás de ella le pidieron que se bajara porque, obviamente, no las dejaba ver y por supuesto que ella en lugar de bajarse las mandó al carajo.
Cualquiera que haya ido a un concierto se ha topado con este tipo de personas que nos hacen odiar la convivencia con otros seres humanos. La lista la conforman básicamente los sujetos que se orina en los vasos de cerveza para después lanzarlos por el aire, el güey malacopa en los festivales que termina provocando algún pleito, las comadres que se la pasan hablando de todo menos de música, los que llegan una hora antes de que inicie el show y por alguna razón creen que pueden estar en el mismo lugar que las personas que llegaron a formarse desde muy temprano, el que lleva su tablet para grabar todo el concierto y personas como la #Lady1975.
Sí, sé perfectamente que uno como fan aspira a estar lo más cerca posible de su artista o banda favorita, pero ¿es necesario joderle el rato a alguien que busca lo mismo que uno? Alguien me dijo hace unos días que el público aquí en México es muy mal educado, por eso nos catean de pies a cabeza al inicio de los conciertos, por eso no podemos entrar con cinturones anchos, con mochilas, porque simple y sencillamente no sabemos comportarnos, no vamos a lo que se debería ir a un concierto: a escuchar y vivir la música.
En México, tristemente, es frecuente encontrarse al menos a una persona gandalla al día. Están los que se estacionan mal, los que no respetan las vialidades, el que se hace el dormido para no ceder el asiento reservado para las personas mayores en el metro, etc. Y sí, el mundo de la música tampoco se salva de estos personajes, tanto que si exhibiéramos a estos individuos en las redes sociales como se hace en la actualidad, tendríamos más Ladies y Lords en la lista.
Es verdad que al adquirir la entrada a un concierto ésta te da, de cierta manera, libertad para poder disfrutar del espectáculo como se te venga en gana, pero a veces, se nos olvida que no somos los únicos que queremos disfrutar de un momento agradable e inolvidable.