Fotos: página oficial de Facebook
No se puede entender el jazz sin John William Coltrane. Escribo esta afirmación sin temor a equivocarme porque la historia lo ha confirmado así. Un saxofonista de su talla se ve solo una vez en la vida. Su ejecución impecable y libre han aportado mucho a la manera de tocar el saxofón tenor; su tendencia por alargar —sin caer en el tedio— los solos de su instrumento de viento lo catalogan como uno de los músicos más influyentes del siglo pasado. Él también estuvo con las personas adecuadas para convertirse en la leyenda que es: ¿quién más podría jactarse de haber grabado el A Kind of Blue al lado de Miles Davis?, o tocar en la big band de Dizzy Gillespie, por mencionar algún ejemplo.
Músico espiritual debido a su herencia metodista, Coltrane imprimió pasión en su creación: quizá la música sí era un camino hacia la redención interna, después de todo. Pero no solo la magna pieza «A Love Supreme» (y su álbum homónimo) son muestra de ello: si se escucha con detenimiento y entrega Blue Train, Giant Steps, My Favorite Things u Olé se podrá encontrar un discurso inconfundible del saxofón. Y pensar que el 1945 este genio fue llamado por la Marina Estadounidense a propósito de la Segunda Guerra Mundial y afortunadamente no pereció ahí; pero sí le concernió hasta sus últimos días la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos.
Coltrane fue una estrella dejó de brillar muy pronto porque a sus 40 años ya había hecho lo necesario para convertirse en una referencia obligada en el jazz; pero la imaginación da para pensar en qué otros horizontes pudo haber alcanzado. Tal vez hoy, codo a codo con Sonny Rollins, serían los máximos exponentes de jazz. Tal vez habría grabado más discos y dado más conciertos (incluso en México) y tal vez nos habría regalado más maneras de llegar a lo espiritual a través del saxofón.
Pero todos esos sueños se esfumaron en un día como hoy, hace 50 años, cuando un cáncer de hígado le arrebató la vida a John en un hospital de Long Island. Ahora solo nos queda escucharle pues su música es un eco que se niega a desaparecer: