Pressure Machine nace del silencio forzado que experimentó la banda, cuando Imploding The Mirage no pudo promocionarse más debido a la pandemia. La incertidumbre del futuro y el caos del presente llevaron a Brandon a refugiarse en el pasado, retrocediendo su mente a Nephi, ese pequeño pueblo en Utah donde vivió de los 10 a los 16 años.
Este disco es una oda completa a ese lugar, a la gente que conoció, las historias que escuchó y los lugares que conoció; no, no habla de la situación actual o de cómo lo ve con ojos nuevos -aunque se tomó muchas libertades para modificar aquí y allá ciertas historias- es una visita a la vida en Nephi de hace casi 30 años.
Cada una de las canciones, excepto “Desperate Things”, comienzan con una grabación de algún habitante de este pueblo hablando sobre alguna historia, recuerdo o dato importante. Al enfocarse en el storytelling y en decir lo que quiere -y necesita- decir, la música funciona solo como acompañante, no como protagonista, es decir: nos olvidamos de repetir una y otra vez “I’ve got a soul but I’m not a soldier” con música digna de estadio para ponerle atención a la narrativa.
“West Hills” nos mete a una escena nostálgica y cinemática -los violines se encargan de eso- mientras Brandon recuerda la vida en una comunidad especialmente mormona. El personaje principal -que no necesariamente tiene que ser Flowers- habla con optimismo de la expectativa que tiene de que Dios le dará un buen juicio basado únicamente en sus pensamientos, aún sabiendo que sus acciones en vida fueron malas; una línea muy clásica de las religiones.
“Quiet Town” al igual que “In The Car Outside” tienen un sonido al inicio de videojuego ochentero, el funk de los sintetizadores que da esa vibra se desvanece rápidamente para dar lugar al verdadero estilo de las canciones. La primera gira alrededor de las tragedias de la infancia en Utah: jóvenes siendo arrollados por el tren o muriendo por sobredosis de opioides.
El disco continúa con “Terrible Thing” donde une ,bajo un mismo personaje, la vida de varios conocidos que negaron, escondieron o no descubrieron su orientación sexual hasta mayores, todo esto por la presión de la religión y cómo ve a la homosexualidad como un pecado; todo esto desde dentro de un pequeño pueblo en los años ochentas. “Cody” también reune a varios personajes bajo el nombre de uno solo, quien recuerda a los hermanos mayores de los amigos de Brandon, aquellos que parecían particularmente peligrosos y que siempre tenían alguna historia de arresto que contar.
Cuando llegamos a “Runaway Horses” nos topamos con la participación de Phoebe Bridgers, quien, junto a Brandon, cuenta la historia de dos personas que piensan que van a estar juntos pero que terminan yendo por distintos caminos. Esta versión viene directamente de un recuerdo triste donde en una estampida tradicional, el mejor caballo se rompió una pata y su dueña se tiró sobre él llorando, sabiendo que estos serían sus últimos momentos a su lado.
El disco continúa con un sonido atípico de The Killers en “In Another Life” y nos lleva a lo más oscuro que se ha sentido Brandon escribiendo una canción en “Desperate Things” donde aparte de tocar el tema de abuso físico en las relaciones, también se vuelve la historia de un asesinato.
Finalmente tenemos a “Pressure Machine” y “The Getting By”; la primera toca esa presión que se siente en la vida cuando la sociedad te está demandando ser de una cierta forma, tener un cierto tipo de éxito, construir la familia ideal a cierta edad, proteger y ver crecer a tus hijos y básicamente seguir la línea que está establecida y pensada para seguir. La última canción es la luz al final del túnel la que dice que a pesar las dificultades y desafíos, hay esperanza. Que cada cosa que nos pasa nos hace ser quienes somos y que todos merecemos respeto, así no todas esas formas concuerden.
Lo que pasó mientras escuchaba este disco y al terminarlo, fue sentir que no eran los Killers que conocía, no estaba su brillo clásico de Las Vegas; no se parecía a Imploding The Mirage, ni a nada que viniera antes; leí varias reseñas que intentaban compararlo con Sam Town desde una visión -son super diferentes- y ¡sí! claro que lo son. A veces olvidamos que el arte está destinado a cambiar gracias al contexto del artista. Nunca vamos a escuchar lo mismo y no podemos esperar que las bandas se queden estancadas en un mismo estilo, un mismo mensaje toda su vida,sería condenarlos al fracaso solo por nuestro gusto personal.
The Killers lo demuestran en este disco, no pasó ni un año de un proyecto a otro y las diferencias son abismales, las melodías, la importancia de un elemento sobre otro, los mensajes, el contexto: todo. Por eso, para juzgar este disco, recomiendo conocer lo que hay alrededor para no confundir y comparar con algo que está fuera de comparación.