¿QUÉ TAL SUS VACACIONES?

Durante mi muy lejana niñez, salir con mis señores padres de vacaciones era maravilloso, estupendo, magnífico, claro, hasta el abyecto momento de regresar a las “labores cotidianas”. De esa feliz época conservo quizá solamente dos cosas: una, lo imbécil inmaduro, y dos, el fastidio, el chasco, la frustración de regresar a la normalidad, a la vida real, y más cuando esa vida real quizá te esté aporreando como si fueras contrincante de Pacquiao. Y bueno, definitivamente no creo ser el único que experimente esa insoportable sensación; nos hermana a los mexas ese lacerante desencanto al regresar de vacaciones, pero también, por supuesto, el inalienable derecho a tenerlas.

Pues bien, hay cierto sujeto que como humano que es, merecía vacaciones (aunque eso de “merecer” y sobre todo lo de “humano” habría que definirlo). Cierto trabajador mexicano que se ganó las suyas (aunque otra vez, deberíamos definir “trabajador” y “mexicano”). Así es. El señor (también) presidente (también) de la república (a este paso no terminaremos de definir nunca), Enrique Peña Nieto. Y bueno, llegandito, mostró su interés y preocupación dando un mensaje a la nación, pero claro, como buen mexa, hasta las doce del día y aún así, con otros 40 minutos de retraso.

¿Por qué les menciono lo de las vacaciones? Pues verán. Ustedes lectoralectorqueridos ya lo saben; el país entero se encuentra viviendo una mezcla —para la cual aún no tiene el DRAE adjetivo— de paranoia, desesperanza, rabia, miedo, y desamparo, y lo único que se le ocurrió a nuestro guapísimo líder, —para el cual tiene el DRAE muchos adjetivos pero no terminaríamos nunca— es presentar a unos impresentables, pedir aplausos por sus merecidísimos y bien remunerados nombramientos, ah, y medio como no queriendo y por último, decirnos que pues una disculpita por lo de esoyasabencasisemeolvidaperoahvedásímeacordédelagasolina; decirnos que pues qué pena, pero que pues así es la vida, y hay que ajustarnos. Así, como si le hablara a Pepe el Toro en “Nosotros los pobres”. Así es la vida, pues. Antes digan que andamos nosotros cuidándolos, pues. Así, con esa displicencia, con esa indolencia. Pero seamos realistas, eso no puede ser sólo por maldad: eso sólo puede ser provocado por el coraje que da que se acaben tus vacaciones. 

Así es, lectoralectorqueridos, esa es mi teoría. Es que ha de estar cabrón ir llegando de vacaciones, y ya saben, eso de desempacar, ver el estado de cuenta, echarse pomadita en los hombros quemados y percatarse de que regresas a un trabajo donde todos piensan que eres un pendejo y nadie te quiere. Sólo eso podría explicar tal nivel de cinismo y desamor. Y es que si tú mismo dijiste que ya no iba a pasar lo de los aumentos, y no solo habrá aumentitos, sino una auténtica metida de verga,  y como en esencia no fue mentira, porque ya no serán mensuales, sino de repente hasta diarios, pues nomás dices “disculpita, pero verán que es por su bien”. Pues bien, ese odio, esa total insensibilidad sólo puede provenir de que sus vacaciones se acabaron y regresa a esta cruda realidad nacional. O realidad cruda nacional. O cruda nacional real. O eso, pues.

Y es que si andaba bien de chido de vac’s en Mazatlán, con su hermosa, educada y guapísima familia, con su distinguidísima esposa, ¿cómo no se va a encabronar de que unos ahí revoltosos se quejen de los múltiples beneficios que sus reformas nos brindan y que ya se empiezan a ver, como él lo dijo, en cada hogar mexicano (y eso que nomás van los de una reforma, faltan las demás). ¿Cómo no se va a encabronar de que al final también subieran el gas, la luz, la tortilla y el pan, (y absolutamente todo) de seguro nomás por hacerlo quedar mal. Ah, qué precios tan rebeldes, pues.

Carajo, es que sí ha de estar bien culero estar jugando golf a toda madre, y te enteres que están dejando paso libre en las autopistas de tus amigos y socios, tomando gasolineras y calles, pero sobre todo, palacios de gobierno, pero nada de que en uno o dos lugarcitos, sino en 29 estados de la república, de seguro nomás por hacerte fallar el Hole in one.

       Y luego, esos malditos traidores que votaron por el PRI y ahora se están quejando. Qué falta de lealtad, pero sobre todo de profesionalismo. ¿Qué no ya les había pagado con despensas y tarjetas del Soriana? Ya estábamos tablas, ¿no? Digo, deberían todos ser como usted y Videgaray, que no aguantaron un día más sin estar juntitos, y pues cómo no, muchacho tan pero tan preparado que puede ir de Hacienda a Relaciones Exteriores como si de lo mismo se tratara. ¿Cómo vivir sin él? Esa es lealtad, carajo, pero ahí anda uno de criticón, revoltoso y de preguntón, con eso y con la “doctora” elegida para CONACULTA, que no es doctora, ni licenciada, ni nada, y aunque eso en esencia no está mal, lo que sí está mal es que para ser cajero de banco ya andan pidiendo maestría.

Yo entiendo, señor presidente. ¡Vaya que ese no es escenario para regresar de sus merecidísimas vacaciones! Yo creo que hasta merecía más. Es más, por mí, se hubiera quedado de vacaciones los dos años que le quedan de “mandato”, digo, la cosa estaría igual, pero por lo menos no tendría qué ver su estúpida, pusilánime, cínica faz, y menos aún escuchar sus pésimos homenajes a Mario Moreno “Cantinflas” cada vez que da un discurso y que igual darían risa si no dieran tanta rabia.

Pues sí, yo optaría porque a Usted, señor presidente, le dieran más vacaciones, pero más bien unas de esas que los que trabajamos les decimos: “vacaciones permanentes”. De ese modo, desde la comodidad de su hogar, sentado en los millones de pesos que desde su abyecta juventud ha robado, sería testigo de que no hay una sola persona que lo defienda, que crea en usted. Se daría cuenta de que en efecto seguimos siendo un poco pendejos por estar ahí afectándonos a y entre nosotros, cerrándonos calles, discutiendo uno contra otro, pero que poco a poco nos vamos dando cuenta de que el enemigo es otro y es común y es usted y ustedes. Que algunos tardan años, pero acaban por darse cuenta de que sí, un día se iban a ir solitos, pero sólo cuando no quede nada para robar. Que tienen sus técnicas de pánico y de amedrentarnos para que nos quedemos en nuestras casas, pero que ya no está tan fácil, porque ya hasta nuestras madres y abuelas están comenzando a informarse. Que puedes mandar a tus oficiales antimontines a hacer motines, pero ya no te los creemos tan fácil. Y ya por ahí, para que aprendas que entre motín, golpe de estado, manifestación, protesta, y toma de edificios, claro que hay diferencias, pero para este caso son sólo semánticas: todas significan lo mismo: ¡lo único que queremos es que se larguen todos!

Y sí, seguro regresó de sus vacaciones a cerciorarse de que nos matemos antes entre nosotros, que a ustedes. De que siembren bien sus bestias armadas el pánico para que les pidamos protección. De poner las cosas suficientemente cabronas para que los veamos hasta como solución, como pasó con Vicentito. A supervisar que los mensajitos de WhatsApp®, Facebook® y de texto con supuestos comandantes nos mantengan encerrados en casita y lejos de apoyar cualquier manifestación, o por lo menos documentar lo que realmente sucede.

Has de estar muy compungido de regresar de vacaciones y encontrar todo hecho un desmadre. Pues bien, eso es lo que vivimos TODOS, TODOS LOS DÍAS. Nomás es cerrar los ojos, y al abrirlos ya volviste a cagarla.

Y sí, nosotros también la cagamos mucho. También somos culeros, chingaquedito (y fuerte), egoístas, mezquinos, y todo lo que quieras. La diferencia es que a nosotros no nos pagan por serlo, y nomás por eso, ya se nos irá quitando, no como a ustedes, que ni volviendo a nacer.

¿Nos lo merecemos? Sí, por dejarte llegar hasta acá, pero mira que algunos, en un par de días pasamos de tomar gasolina gratis, a dar propina por tomarla. De cerrar las calles, a dar comida a los que están en el tránsito atorados. ¿Delincuentes? Tal vez, pero nunca como sus Duartes, como sus Salinas, como todos sus amigos. Digo, hasta en la mierda hay alguna que no apesta tanto.

De tal manera que, si no ha deshecho sus maletas, igual ni las termine de deshacer, porque mexas que somos, nos tardamos, nos revolvemos, apagamos todas las alarmas, pedimos cinco minutitos (o sexenios) más, pero de que despertamos para irnos a chingarle, despertamos, y acá los ojos están cada vez más alertas. ¿Y si se va de nuevo de vacaciones, unas de dos décadas? O mejor aún, ¿y si se va a chingar a su reputísima madre para siempre?

P.s. Mil felicidades a los escasísimos pero hoy más que nunca imprescindibles periodistas (los que de verdad lo son) en su día. Gracias por tanto.

 

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