Recapitulación de una artista en el escenario, Ely Guerra

Fotos por Oscar Matec 

El origen, el punto inicial, el comienzo de todo. Hablar de orígenes es hablar del pasado, es voltear hacia atrás y observar el camino andado. Es verse en un espejo y reconocerse a sí mismo con una nueva forma y una esencia perpetua del tiempo.

Como en el universo todo es obscuridad, antes del instante en que el big bang surgiera. La luz no asoma entre el umbral, pero la voz es quién guía a los hombres en el recinto. El Lunario del Auditorio Nacional, es aquella nada, hasta que Ely Guerra ilumina lo obscuro con su voz.

La perspectiva de un ciego, así es como se siente. No hay imágenes y la penumbra abraza, pero este abrazo no es frío, todo lo contrario es cálido. Mientras los oídos se alimentan de una pasión, de una melodía llamada “Júrame”, de entre la ceguera, como la luz primera del día, la cantante de Monterrey, aparece entre la gente, despeja el silencio y la obscuridad.

Oscar Jaimes Matec

Ely Guerra, con un vestido café toma el escenario. De fondo un piano negro y un hombre que parece tímido. “Un aplauso a Nico” menciona la intérprete de “Ángel de Fuego”. Detrás de todo, ahí en el fondo del escenario, la pantalla del lugar, hipnotiza con imágenes del lado obscuro de la Luna.

“El mar” es la siguiente melodía de la cantante. El concierto se vuelve en el origen del dolor, la semilla de la dolencia, una astilla en el cuerpo que se clava en las pieles vírgenes, el punto de partida para llorar y sentir una melancolía que hiere con las siguientes letras:

«Si suelto un poco el aire para que se me aligere este dolor posiblemente pueda ser feliz o puede ser que no.  Si en la cabeza suelo competir con miedos y fragilidad, quiza pudiera escapar al fin, si hago un maldito plan»

“Quiéreme mucho”, “Lágrimas de agua salada” son las siguientes pistas para seguir escarbando hasta el fondo del corazón. El origen del amor, un amor que va acompañado de miedo, de aquel sentimiento que paraliza, porque amar es temer perder, perderse a sí mismo o a la persona que crea aquél sentimiento. El amor, en el origen, es entrega total.

Oscar Jaimes Matec

Después del sentimiento de amor, sigue el de la pasión. El sexo que humedece con ayuda del cuerpo y la mente, el núcleo puro del lívido. Qué complicado es extrañar a alguien que te hizo vivir el orgasmo ilimitado, y volver limitada esa pequeña muerte genital por el simple de hecho de no conseguirlo sin aquella persona.

«En la solitaria bella oscuridad voy quitándome el deseo por ti, me consuela la serena inmesidad de las cosas que yo puedo sentir, y si acaso ves mi luz o mi señal, no des vuelta… Te dejo, me dejo y creo en las mentiras»

En esta mirada al pasado de una artista, no se puede dejar de lado los orígenes étnicos de Ely Guerra, y los recuerda con un halo de emotividad y melancolía al interpretar “El triste” de José José, “Solamente una vez” de Agustín Lara y “Vereda tropical” del compositor jalisciense Gonzalo Curiel.

Oscar Jaimes Matec

Un concierto que toca los puntos clave de la existencia, los miedos, las fragilidades, los errores. Ely Guerra nos recordó que a pesar de ser personas con universos diferentes en los cerebros, nos unen cosas invisibles pero reales, como el amor, el dolor y las pasiones fugaces. El origen está dentro de cada uno de nosotros sólo debemos dejarlo ser, para que inicie la aventura.

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