Soft Sounds From Another Planet es un albúm dedicado a esos planetas que se alejan (si no es que están ya lo suficientemente alejados), como la madre fallecida, el amante masculino y torpe, o la relación artificiosa a la que nos ceñimos. En busca de una cura para todos estos males, Japanese Breakfast encuentra, en la promesa de que hay algo más allá que puede (o no) existir, un consuelo.
A través de once canciones honestas y directas, Japanese Breakfast dirige esa energía tan personal e intíma al espacio, esperando una respuesta a todas esas dudas existenciales y terrenales. Y lo hace a través de una música soñolienta, cargada de amor guitarresco a lo Courtney Barnett, y una melancolía revitalizante a lo Angel Olsen.
«Diving Woman» es una poderosa pieza que rememora a Deerhunter sin apartarse de un discurso femenino y emancipador. «The men have gone and left again/ And no one’s shocked or blames them.» Ese mismo discurso aparece una y otra vez a lo largo del disco, como en «Soft Sounds from another planet», donde las guitarras melancólicas y constantes invitan a mirar al suelo, esperando que el mundo (o esa persona que alguna vez fue nuestro mundo) reaccione. «Striving for goodness while the cruel men win/ There’s no part of me left that can feel or hear it». O «Boyish», donde se plasma la esencia del disco, el reclamo a esa pareja que queremos, pero no logramos entender. “I can´t get you off my mind, you can´t get your off the hostess.”
Si Soft Sounds from Another Planet no reinventa ni busca un sonido innovador, es porque no lo necesita. Michelle Zauner apela, en todo caso al back to basis, eligiendo un sonido que recuerda al shoegaze de los setentas, con reivindicaciones genéricas del siglo XXI y sonidos espaciales. La cantante asiática-norteamericana regresa a las bases con melodías de guitarras a veces suaves, a veces frías, solicitando respuestas complejas para preguntas simples, como la que plasma en «Jimmy Fallon Big!». «Why walk when you can show up on time?». También plantea en «Machinist» la relación (¿im?)posible de una mujer enamorándose de una maquina.
Sin embargo, pese a toda esa melancolía y sopor que empapa cada una de las canciones, al final hay una luz en el cielo; una estrella que ilumina y que, como dice una línea del disco, «they’ll never let you hurt me». Una luz capaz de proporcionar un poco de abrigo en la noche evidenciada por canciones como «Till Death» donde, pese a las celebridades que siguen muriendo y la victoria de los hombres crueles, «your voice in the night, sing me to sleep, soothe this insomnia».