The Strokes dicen que no han muerto; ni el Rock

Cual si fuera un completo festival, o por lo menos un festival pequeñito, los horarios marcaban que abrían las puertas a las 16:30 y fue una grandiosa decisión, porque al día de hoy todavía nos estamos regularizando y normalizando posterior a una pandemia que apenas nos está permitiendo volver a juntarnos y los festivales huelen a eso, a normalidad. Los horarios decían 18:30 horas Mac DeMarco y 20:00 horas se presentaba The War on
Drugs
.

Del canadiense DeMarco se cumplió lo esperado, a saber: sus mayores éxitos virales en TikTok, su personalidad, su performance, y llegaba el turno de The War on Drugs, pero esa sí que fue una completa sorpresa, ya que lejos de verse como una banda menor, se esmeraron por estar a la altura y que no se sintiera un telonero, sino parte esencial de esta especie de festivalito pequeño que casualmente cerraba The Strokes.

Llegó pues el momento de la verdad. 50 mil personas esperando (incluyendo a la banda 5 seconds
of Summer
, es real) y las mismas 50 mil personas con el nervio de que este concierto acabara siendo igualito que en el Pa’l Norte, con un Julian desconectado, ebrio, drogado (o todas las anteriores), y sobre todo, muy pero que muy alzado, pero fíjense que no. Fuera de lo que uno pueda alcanzar a percibir en el público y que quizá la mayoría estábamos también alterados, la opinión general nos avala, a saber: ¡Vaya pedazo de concierto! Algunos sabíamos que no podía repetirse lo del Monterrey, hace apenas un mesesito, porque si estaba ebrio o drogadísimo este carnal, o lo que sea, seguro que eso son cosas de norteños y por supuesto culpa del lamentable gobernador que tienen. Y es que pues sí, dependemos del estado anímico de Julian Casablancas, pero al parecer ayer andaba muy de buenas, y al parecer llevaba días de ese ánimo, porque incluso resulta y resalta que toda persona que viva en CDMX se tomó fotos con él ahora que andaba por acá.

Yo creía que se iba a tardar bastante más, digo, en lo que lo despertaban o algo, pero no. Sólo 15 minutitos tarde, explotó el escenario con “Bad decisions”, y si parecía que eso fue potente, se superó con creces cuando comenzó a sonar “Juicebox”.  Quizá algunos seguían escépticos sobre el resto del concierto, pero la verdad es que el recinto completo ya estaba entregado a la experiencia, al rock. 

Dejando un poco de lado el extraordinario set list elegido por los neoyorquinos, hubo un momento que se sintió como una declaratoria, y fue cuando para dar paso a “Hard to explain”, un Casablancas completamente concentrado, completamente entregado expresó: “no hay tiempo para lágrimas”, porque entre declaración y canción, la verdad es que sabía un poco a una disculpa, pero más que eso, a decreto que a la letra rezaba que lo criticable sucedió, pero que también quedó atrás, y que se tiene que seguir adelante, como el ícono del rock que es, y que parecía haber olvidado serlo en algunas presentaciones, pero también que ya lo recordó.

No hay tiempo para lágrimas
Julian Casablancas

Para ese momento, el Foro Sol completo ya era de ellos. Toda canción coreada, gritada, aplaudida y gozada. Y sí, siempre es un tema de conversación el set list de cualquier concierto, pero en el de ayer, de modo incontroversial, todos estamos de acuerdo en que no podía faltar el bajo potente de Nikolai Fraiture, después de un clásico pero contundente: «nuestra siguiente canción se llama Reptilia», para darle paso a ese emblemático clásico aderezaedo con un escenario completamente en verde como amalgama visual de la canción, porque los reptiles son verdes y el rock sigue siendo rock. 

Te amo, México, eres la mejor cosa Cool
Julian Casablancas

 

Después de más de una docena de canciones, como siempre, se viene un primer cierre, y aunque Casablancas dijo que podía tocar 10 canciones más (ojalá que hubiera sido el caso), nos encanta esa tertulia de saber que van a regresar, pero hacer como que no sabemos, y sí, regresaron, y a su regreso, se escuchó un “Undercover of Darkness”…

Aquí hago una pausa obligada, y es que la canción sonaba un poco rara, y un poco distraernos de la cerveza en la mano, se percata uno de que se tocó un tono más abajo que su versión original, y lejos de que esto sea una crítica, es más bien una preocupación personal, porque sí, tuvimos un Frontman como antaño en cuanto a ánimo, en cuanto a entrega, pero no deja de hacer pensar que quizá estamos hablando de algún problema en el estado de su voz, aunque eso sí, por otro lado, no había tiempo en ese momento para pensarlo mucho, ya que como una maravillosa sorpresa brindaron “Between love and hate” que no se les había escuchado desde hace 12 años.

Nunca sabremos si después de las pésimas presentaciones recientes hubo algún problema, pero si lo hubo, Albert Hammond Jr. las resolvió todas, porque con bombo y platillo anunciaba el cierre presentando a su vocalista en un acto que por supuesto dejaba un sabor de boca dulcísimo por la compenetración y la comunicación y el orgullo entre los integrantes, en especial a Julian.

Y eso fue el festival pequeñito que dio The Strokes, 2 horas de emociones con 20 canciones que supieron a los dosmiles, a fuerza y a plena juventud ya lejana.

Y es que no es que exageremos, que estemos rucos, o que seamos condescendientes, pero hay cosas que no se pueden olvidar, y The Strokes, en los ya lejanos dosmiles ya había logrado que esto que llamamos rock, dejara de parecer muerto, y lo que hicieron ayer, sabe muy parecido, a saber: que el rock sigue vivo, que sigue siendo estruendoso y maravilloso y que ninguna tendencia ni ninguna moda lo va a superar jamás.

Veamos qué tal lo hacen el día de mañana en el Corona Capital de Guadalajara: esperamos idénticos resultados.

Larga vida a The Strokes.

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