Fotos: Lili Estrada
Cortesía: Ocesa
…o, al menos, del rock más sintético que se puede encontrar hoy en día. «Sintético», pero no como a veces se entiende como algo «plástico» o «industrial». Síntesis de la composición de un «todo» por la unión de sus partes; de la suma de elementos, de escuelas, de corrientes de formas de entender un movimiento musical al que ya no vale ni preguntarle si está muerto. Eso es The War On Drugs. Y así es como se sintió en el teatro Metropolitán, el 4 de mayo: como una reunión de generaciones, como un reencuentro de rockeros del pasado con rockeros del presente.
En su primerísimo concierto de este año, la banda de Filadelfia elegió a la CDMX como el lugar para empezar su tour por Latinoamérica y parte de Estados Unidos. De hecho, su gira estaba programada para empezar en el Festival GNP en el que tocaron el sábado 6 en Querétaro. Sin embargo, ante la petición y el revuelo en las redes de verlos, la banda se adelantó un par de días para regalarle a los fans ese concierto en solitario que tanto se merecían después de sus presentaciones anteriores, en el Corona Capital en 2018 y en el Foro Sol el año pasado junto a The Strokes y Mac DeMarco.
Y lo hicieron, ¡de qué manera!, con un show de casi dos horas y media con el que dejaron varias cosas bien claras. Que, por ejemplo, no hace falta ser impuntual para ser un buen rockero. Tampoco hace falta la pose, el color negro, el «look» para romperla arriba de un escenario. La banda, por el contrario, destacó por la sencillez de sus atuendos, como si se tratara de un ensayo de domingo y no un show en un teatro.
Esa distancia que guardan con su imagen la compensan con intensidad, con soltura y con el entendimiento de que para mantener vivo el rock, hay que tocarlo. Y esa fue la encomienda de Adam Granduciel y compañía durante toda la noche. Interpretar un rock total que sonaba a blues, a indie, a noise, a psicodelia; un rock tocado al unísono, formando algo que suena a Dylan, a Springsteen, que de repente es Pink Floyd, Kurt Vile, y, de repente, simplemente, es The War On Drugs.
Con 7 músicos, constantes cambios de guitarras, bajo, cuatro mesas de teclados, una batería, un sax, coros, el rock no dejó de manifestarse. Y lo hizo a través de 16 canciones que, si en estudio rebasan los cinco minutos, en vivo se hacen mucho más extensas y más disfrutables. Canciones largas que, además, son historias, que son himnos de generaciones que aún no llegan. O que están ahí, reunidas un 4 de mayo repitiendo esas líneas proféticas de «I Don’t Live Here Anymore» (por cierto, canción homónima de su último disco).
We’re all just walkin’ through this darkness on our own
Setlist:
- Nothing to Find
- Old Skin
- Pain
- An Ocean in Between the Waves
- I Don’t Wanna Wait
- Victim
- Strangest Thing
- Harmonia’s Dream
- Red Eyes
- Living Proof
- Eyes to the Wind
- Arms Like Boulders
- Under the Pressure
- I Don’t Live Here Anymore
Encore: - Thinking of a Place
- Burning