Recientemente leí que Childish Gambino pensaba retirarse de la música. Para mis adentros, con tremendo pesar, sentí emoción. Pesar porque es un talento; es una especie de tipo tocado que si siguiera en la música, generaría algo más impactante. Sentí emoción porque saber que ahora se dedicará de lleno a nuevos proyectos, que seguro serán todo un éxito, es motivo para emocionar a cualquiera. ¿Ahora qué hará a sus 34 años? Tal vez lo veamos pronto haciendo danza contemporánea, o en alguna luminaria con su nombre en Broadway.
De repente recuerdo esa canción de The Stone Roses, “I Wanna Be Adored” y reflexiono sobre la idolatría, que es el de toda una generación en busca de dejar huella. Si hay alguien llamado a ser ídolo de las nuevas generaciones en estos tiempos postmodernos —milleniales y llenos de postverdades—, ese es sin duda Donald Glover y su alter ego, Childish Gambino. Actor, guionista, comediante, productor, músico, rapero, cantante, compositor, DJ. La lista podría crecer todavía.
Basta con ver sus próximos proyectos: nos da una imagen de su calidad y talento. Como Donald Glover interpretará a Lando Calrissian en la nueva película de Han Solo, prestará su voz a Simba en la nueva versión del Rey León, está por estrenar una nueva temporada de su serie ganadora del Golden Globe, Atlanta y se encuentra trabajando en una nueva serie sobre Deadpool.
Como Childish Gambino fue nominado dos veces a los Grammy: en el 2015 por Because the Internet en la categoría de Mejor Álbúm de Rap y por su sencillo «3005», en la de Mejor Presentación de Rap. Su último disco, Awaken, My Love!, donde se encuentran canciones como “Redbone” y “Me and Your Mama”, recibió grandes críticas. Además, es headliner de festivales como el Governors Ball Music Festival en Nueva York; ahí fue donde reveló que su siguiente álbum podría ser el último.
Es Donald/ Childish sin duda un símbolo de la transdisciplina. Discípulo de éstos tiempos que se fragmentan. No es más que la suma de talento, trabajo y sobre todo, del atrevimiento de comerse el mundo. Maldito, maldito Donald Glover y maldito Childish Gambino, que se quedan todo para ellos y no deja nada para nosotros, los mortales. Y aunque ahí voy otra vez, a escribir en nombre de todos (que solo soy yo y ninguno). Todos queremos tener un alter-ego que nos haga brillar sobre el firmamento o arriba del escenario, un Ziggy Stardust en el cual podamos volcar toda nuestra locura, anhelo, deseo. Todos queremos hacerlo todo —y hacerlo bien—. Todos, o por lo menos así lo siento, queremos ser Childish Gambino