Trump y Miley

Es un personaje mediático, siempre busca estar en el ojo público de una u otra forma, quién sabe si leyó a Oscar Wilde y de ahí sacó que no existe nada peor en el mundo que hablen de ti, excepto que no hablen de ti. Mucho tiempo en esto. Aclimatado ya a vivir bajo los reflectores y a lidiar con paparazzi, a fotos con otros famosos y a ignorar la férrea crítica por lo que hacen.

Cada vez más lejos de lo que lo había llevado a donde estaba, tal vez se dio cuenta que no todo estaba perdido, empezó a cambiar, a dosificarse un poco, a «bajarle dos rayitas». Menos extravagancias, menos disparates, pero parece que el público ya se cansó, quién sabe si alguna vez cambie su status otra vez, quitándose esa etiqueta que le pusieron.

Esta descripción parece quedar perfecta para dos personajes que aparentemente no tienen nada en común. Pero la vida reciente de Donald Trump y Miley Cyrus tiene varias similutes. Ambos están donde están por sus papás, el anaranjado por ese pequeñísimo prestamo de millón de doláres de su padre y Miley… pues su papá era el que cantaba la versión original de la canción de bodas por excelencia, «No Rompas Más» de Caballo Dorado es un cover de «Achy Breaky Heart» de Billy Ray Cyrus (con todo y su mullet).

Dejando de lado a sus papás, cada vez que sale su nombre al aire se piensa más o menos lo mismo, alguien que lo intenta demasiado pero sin sustancia, que lo que ofrecen es un meh, a lo menos. El éxito de The Aprentice se explica igual que el de las Kardashians, nadie sabe.

Miley empezó a twerkear en todos lados, con la lengua de fuera siempre con su vestuario que decirle estrafalario sería un cumplido. Y este no es el problema, el problema nunca es cómo te ves (ni siguiera con Trump con su peinado y su piel color Cheeto). El problema con Miley es que era todo lo que presentaba. Su música quedo relegada a tercer plano. Su tour no vendía boletos, solo se hablaba de los dildos a los que iba a felar en escenario, pero a nadie le interesaba el setlist.

Sus carreras llegaron a un punto donde todo aumento de manera exponencial, dejándose cada vez más como una caricatura exagerada de sí mismos.

La campaña política de Trump empezó muy similar, burlándose de Jeff Bush, atacando a los otros candidatos republicanos, gritando y vociferando siempre. Ganaba lo debates porque arrastraba a los demás a su nivel, donde eran apaleados, tal vez por ver una imagen que ganó muchísima prominencia por un reality, piensan que así es como se debe comportar siempre sin importar donde esté.

Los dos se dieron cuenta que no podían seguir por este camino. Trump necesitaba ser más presidenciable, una manera mád cortés de decir que sea menos asno. Miley necesitaba poner los pies en la tierra y dedicarse a lo que mejor se sabe hacer.

Uno empezó a leer el teleprompter y a improvisar menos, a ser menos Trump, la otra va poco a poco, desde la nueva serie en Amazon hasta su  jurado en  The Voice, donde parece aislarse ella misma de los demás jueces. No sabemos si logrará dar el paso que Justin Bieber no pudo dar.

Lo peor de todo es que uno de ellos sí es un talento desperdiciado, lástima que no lo aprovecha más… el otro, qué bueno que se está desperdiciando más, bueno, nos regaló un buen roast.

https://www.youtube.com/watch?v=61MCDFy-cJY

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