Eurojazz 2017, semana 1: unión y diversidad

Fotos: páginas de Facebook de las bandas y Martín Vargas

Siempre he creído que la música es el mejor de los puentes. Ante barreras como la del idioma, la música se ha condensado como un lenguaje en común y quizá como un medio de expresión más honesto. Qué mejor que verlo así ante un festival como el Eurojazz: con altibajos en la organización pero con constancia en su objetivo, traer a los exponentes más prometedores del llamado viejo continente al sur de la Ciudad de México. Desde su primera edición ya han pasado 20 años y parece que este festival se niega a envejecer; basta mirar a los asistentes, también constantes y pacientes pero mayoritariamente jóvenes —pero ¿que no el jazz es juventud también?—.

Dejando de lado la diplomacia (pues claro, al ser un festival organizado por una secretaría de gobierno la parafernalia burocrática no puede faltar) este festival inició con una amenaza de lluvia que permaneció latente hasta el domingo. Sumrrá, trío español ganador en la categoría Mejor Proyecto de Jazz y Músicas Improvisadas de los premios Martín Córdax de Música en 2014, dio la bienvenida a los asistentes quienes ocupaban desde hacía unos minutos las llamadas Áreas Verdes del Centro Nacional de las Artes.

La imagen puede contener: una o varias personas, multitud y noche

La música, como la mayoría de las expresiones humanas, se ve afectada por el panorama político y social del momento; es por eso que la cuestión migratoria no podía pasar desapercibida. “Allá en Europa se vive igual de indignado esto que viven vosotros. Creo no sabéis pero es bueno que sepáis que compartimos la indignación que sintáis ante el nuevo inquilino de la Casa Blanca”. Así dan los músicos de jazz una cachetada con guante blanco. Luego se ganaron aún más al público cuando lanzaron varios “¡Viva México!” durante la presentación.

La propuesta de los españoles es interesante: se trata de un freejazz donde la improvisación es constante, muy poco atrevida por momentos y estridente por otros, pero constante. Los títulos como “Sofía”, “Johannesburgo” o “Pretoria” reflejan la importancia de los lugares que han visitado. La presentación de los españoles preparó el terreno para Sebastian Gramss Bassmasse, proyecto liderado por alemán pero cuya esencia consistía en seis contrabajistas mexicanos y probablemente el más sui géneris (por no decir extraño) de todo el festival.

Este acto no fue para cualquier persona: las atmósferas creadas fueron extrañas y dispersas, una cacofonía que dejaba el alma y la esencia en la improvisación. Definitivamente es una experiencia inigualable en cada ocasión, dudo que esa misma fuerza sea empleada de la misma forma todas las veces.

Para el sábado el clima no cambió. El cielo parecía más gris y eso produjo confusión en el asistente: parecía el mismo cielo nublado de una madrugada triste. “Buenos días. ¡Viva la Mexiqué, viva la Eslovaquia!”, fueron las primeras palabras en un español complicado que Erik Rothenstein dirigía al público asistente. El único acto de ese día demostraba una comunicación inigualable entre los tres músicos.

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Con un jazz tradicional que combinaba a la perfección con rasgos de la música étnica de las distintas partes de Europa, el trío proporcionó tranquilidad; pero en el público se vivía cierta tensión pues por cuestiones de logística, la policía no dejaba que la gente se atravesara por en medio sino atravesar por otro lado. Alguien más se puso a discutir con otro oficial por no permitirle estar de pie entre la multitud sentada. —No lo reprimas, chingá, no está haciendo nada malo—, gritó alguien más.

La tensión se vivía en dos partes: en la complicada improvisación de la guitarra y en la necedad entre la ley y el público quien, por la paz, resultó victorioso.

Para el domingo y último día las propuestas fueron más interesantes aún. El grupo austriaco Shake Stew desde temprana hora afinaba los últimos detalles para su presentación. “Hola, hola. Perdonen mi español. Les voy a presentar a unos chicos muy guapos” y en seguida Lukas Kranzelbinder mencionó de forma mucho más fluida a sus compañeros. Sin embargo, a falta de una buena pronunciación de nuestro idioma, la música es mejor medio de expresión.

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Dos contrabajos. Dos saxofones. Dos baterías. Una trompeta. La propuesta de los austriacos explota más posibilidades de una improvisación pues mientras un elemento mantiene el compás y el ritmo, el otro se encarga de dar rienda suelta al alma. Pero entonces el contrabajo puede cambiar por un bajo eléctrico y las posibilidades son más. Rudeza y libertad. Cambio de compás, pero el compás ya no existe y luego; pese a todo, el compás inicial vuelve como si la tormenta nunca se hubiese desatado. Shake Stew es emoción pura y carisma.

“Nosotros ya nos tenemos que ir, pero si quieren que nos quedemos solo tienen que gritar ‘otra, otra’”, y la invitación de Kranzelbinder fue aceptada al unísono. Fue un encore fuera de todo protocolo al que los organizadores tuvieron que acceder. Con un gran sabor de boca la última presentación estaba próxima.

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Se trata de Sofía Ribeiro, una bella mujer portuguesa que irradia sencillez. Para cuando ella subió al escenario el cielo ya no estaba nublado, en su lugar una puesta de sol embelleció la tarde. Versátil y con una sonrisa a perpetuidad Ribeiro ofreció un repertorio que fue aceptado con dulzura por los asistentes. El vestido verde de la cantautora danzaba en correspondencia con las percusiones de su conjunto; esta propuesta se basa en ritmos latinos, principalmente brasileños: ese dulzor que solo la música latinoamericana posee.

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En un perfecto español, Ribeiro presentaba cada una de las piezas y a los integrantes de su banda. Cuando hizo referencia a su más reciente álbum, mencionó la venta de unos pocos ejemplares para ese evento: “Hay unas pocas copias, para que nos puedan llevar a casa”, alguien del público chifló en forma sugerente y ella para seguir el juego respondió: “el disco, me refiero al disco”.

El momento cumbre fue la interpretación del tema “La tarde” del autor cubano Sindo Garay; un tema ampliamente referenciado en el jazz, pero en Sofía había ternura y sensualidad. Y mucha luz. Si el amor tiene una voz para cantar es la de Ribeiro. ¡Obrigado, Sofía! Así terminó la primera semana del Eurojazz. Y nosotros les mantendremos informados, querida lectora, querido lector a través de esta nueva sección dedicada al jazz. ¡Síncopa!

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