La banda inglesa Bush lleva haciendo ruido desde 1992 cuando el grunge era el estandarte de la música juvenil a nivel mundial; “alternativa” le decían y era lo que las disqueras buscaban como puercos rastreadores de trufas, pues Nirvana mostró la mina de oro que ese subgénero del rock era en aquel momento.
Los británicos pronto demostraron su estilo y aunque siempre han seguido los cánones que los pusieron en el ojo público, su sonido se refinó por ahí del año 2001 con la salida de su disco Golden State, aunque después de ese momento se tomaron un descanso de casi una década.
Desde su reunión en el 2010 nos han entregado 3 discos que han seguido con la herencia directa del Golden State. Ahora Rossdale y compañía nos presentan este 17 de julio The Kingdom; un disco nuevo que reitera su legado, ratifica el trabajo que se nos han venido desarrollando ya desde hace 10 años.
‘El reino’ (por su traducción al español) comienza con “Flowers on a Grave”, canción que no puede negar su manufactura, grita sencillo de Bush en todas las notas que contiene, en los sonidos de sus instrumentos y en su producción. Después llega “The Kingdom”, canción homónima del disco y quizá la que ostenta el riff más pesado del disco, tal vez incluso de los más pesados de toda su discografía.
“Bullet Holes” hace su aparición recordándonos que los súbditos de la reina Isabel aún saben hacer grunge, o por lo menos lo que queda de él. La guitarra en el verso de “Ghost in the Machine” nos hace viajar en el tiempo: el año 2000 regresa y los momentos de ingenua juventud vuelven para darnos confort. “Blood River”, “Quicksand” y “Send in the Clowns” nos mantienen en ese año, casi podemos ver las camisas con estampados y la stratocaster blanca de Gavin.
Como buen disco de Bush, y de toda banda noventera alternativa que se respeta, llega la balada para sacar el encendedor, tal vez ahora funciona la lamparita del celular; esta es “Undone”. “Our Time Will Come” regresa la batería y el fuzz al viaje con una pieza para agitar la melena. “Crossroads” es la pieza que este humilde reseñador considera es la que se arriesga más a explorar senderos que tal vez no son tan recorridos por la banda, aunque no dejan de ser claras las referencias a sí mismos que conlleva.
“Words are not Impediments” recicla la formula grungera de pasajes ‘distorsionados’ y bajones ‘limpios’. “Falling Away” despide el disco con su arreglo espacial y su producción vocal épica.
Una vez más Bush nos demuestra lo que hacen, y que cada vez lo hacen mejor. Está claro a qué suena la banda, cómo funcionan sus canciones y qué dolores tienen. Este disco no te volverá un fan si es que no lo eras ya. De lo que sí estamos seguros es que si ya eras su seguidor estarás bastante complacido, pues los músicos nos presentan una colección de 12 canciones de excelente producción muy en la línea que ya nos tienen acostumbrados; lo cual no siempre es algo malo.