El amanecer de Lucybell,  20 años después. 

Empezar otra vez, una más. Aparecer en el horizonte, con una nueva luz. Reinventar los días,  los conceptos, luchando  contra el crepúsculo, contra los malos tiempos. Hay algunas fuerzas artísticas que la adversidad las hace brillar con más intensidad y una de esas es Lucybell. Si el covid no detuvo el lanzamiento de Mil caminos (2020), un disco en el que reinventaron grandes instantes de su discografía, tampoco pudo con el ímpetu de homenajear una joyita musical latinoamericana llamada Amanece (2000). 

Y eso fue su streaming del 17 de octubre por Sala Estelar, una visita al pasado de sí mismos, misma en la que reafirmaron esta fiebre nostálgica contemporánea de caminar lo caminado, de regresar a los lugares de partida. La banda chilena volvió, veinte años después, a interpretar uno de sus álbumes claves en su sonido, su esencia, su culto. En un show de apenas una hora, el trío conformado por Claudio Valenzuela, Cote Foncea, Eduardo Caces, tocaron las doce canciones , en su totalidad y en el mismo orden, desde la poderosa «Luces no bélicas» hasta la histérica «Siglos», pasando por esos momentos álgidos y etereo llamados «Milagro», «Fui a cazar» y «Amanece».

 

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Cortesía: Sala Estelar

 

Si algo hay que destacar de la presentación, es que la banda, con cada uno de los miembros tocando por separado en su propio espacio, supo sacar el máximo provecho del formato, al apostar por un show íntimo que realzó los sonidos y colores de cada una de las canciones. Eso ayudó mucho a la interpretación de Amanece, que es un disco redondo y que lleva por diferentes sonidos y atmósferas, un disco idóneo para transitar por varios estados de ánimo. Algo de tristeza, algo de amor, algo de erotismo, y algunos momentos muy hermosos de paz.  Todo a través de una pantalla y en la comodidad de la cama, el cuarto, o una sala, con el volumen, los cigarros, y las idas al baño que uno quiera.

Como sucede en este tipo de eventos, el formato no estuvo exento de las varias opiniones divididas. Hubo quienes se quejaron por no ver a la banda ensamblada junta, o a los que (como a casi todos) les hubiera gustado escuchar rolas de otros discos como «Mil caminos», «Cuando respiro en tu sangre» y obviamente «Mataz». Otros aplaudieron la calidad del audio, los visuales que acompañaban las interpretaciones y la producción impecable. Lo que sí me parece innegable es que ésta fue una experiencia distinta, algo más que escuchar un disco, algo más que una sesión privada, y que cualquier otra experiencia de Lucybell disponible en Youtube. Así es como deberían promocionarse estos eventos, ya no como conciertos en vivo, que a veces ni son en vivo, sino como materiales exclusivos e inéditos de las bandas, como experiencias únicas distintas, como sesiones íntimas e irrepetibles como lo fue ésta, una bonita forma de ver amanecer a una banda, 20 años después.

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Cortesía: Sala Estelar

 

 

 

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