Alt-J de regreso a la CDMX en Pepsi Center

Fotos: Pepsi Center WTC FB

26 de junio. Temporada hermosa este verano. Mundial de fútbol por la mañana, Alt- J por la noche. Después de uno de los mejores actos del Corona Capital del 2017, muchos nos quedamos con ganas de ver más. Más de esas luces neón, más de esas atmósferas líricas; más y más canciones del exquisito debut An Awesome Wave.

Alt-J cumplió con creces. Incluso los teloneros, Twin Shadows, estuvieron atinados. Una banda que vino de más a menos, y no de menos a más, como es la costumbre. El grupo del californiano George Lewis Jr., tuvo un prometedor inicio electrónico, bailable y hasta sexy, que incluyó un justo y necesario «Fuck Trump». Sin embargo, la energía se fue diluyendo en una balada suave y monótona que dejó la ligera sensación de que algo más se necesitaba sobre el escenario.

De inmediato, el staff se puso a ajustar los últimos detalles de un escenario que ya lucía lleno de vigas y estructuras de leds verticales entre los tres espacios que ocuparían Thom Sonny Green (batería), Joe Newman (guitarra y voz principal) y Gus Unger-Hamilton (teclados y voz secundaria). Mención especial, la infraestructura de luces neón en cascadas que son la base de un espectacular show. Tres discos, pocas más de 30 canciones han consolidado a un grupo excéntrico, raro, que escapa del género. De la misma forma, su presentación, fresca, excéntrica y lúcida, los reivindica como un trío de culto capaz de abarrotar cualquier escena. En éste caso, fue el Pepsi Center, que (al César lo del César) cuenta con una excelente acústica que permitió el deleite de los aficionados más pirados en las artes del escapismo sonoro, con un sonido preciso, limpio, pulcro, que solo Radiohead y pocos.

Alguna vez alguien me dijo que Alt-J era para verdaderos clavados, y cuando la banda de Leeds de nombre raro hizo su aparición con «Deadcrush», algo extraño me hizo entender que, en México y en el mundo, hay muchos clavados. Cosa aún más extraña que las voces, las letras y los arreglos sin género de Alt-J. La mayoría de los asistentes se sabían cada una de las líneas de por sí complicadas, densas, ambiguas y altamente referenciales de las canciones. Da gusto saber que sí hay espacio en los carteles y en los grandes venues para música tan excepcional y atípica. Después de todo, siempre hay gente abierta a lo diferente y a los sonidos propositivos.

Por eso no era necesario que, en un punto intermedio del concierto y durante una de las pocas pausas que hubo entre canción y canción, el portavoz de la noche Gus Unger-Hamilton pidiera al público que lo acompañara en «Matilda». Si las voces coreaban cada una de las palabras en los momentos mas álgidos de «Fitzpleasure», «In Cold Blood»o «Every other freckle», con «Matilda» el recinto se llenó de aullidos de justicia por esa pequeña niña protagonista de la cinta de Luc Besson (Leon, el perfecto asesisno).

Más no había tiempo para lamentarse. Aún quedaban canciones como «Pleader», «Taro» o la rockera «Left Hand Free». Si algo distingue a Alt-J, es que se trata de una agrupación de pocas palabras y pausas. A los segundos de una rola, empieza la que sigue, relegando la interacción con la gente solo a través de sutilezas melódicas, juegos de voces agudas y graves, teclados abstractos. Lo de ellos es, y quedó demostrado, tocar las sensibilidades como si fueran cuerdas, y para lograrlo son capaces de incluir en su setlist hasta las fenomenales y delicadas introducciones de sus dos primeros álbumes, An awesome wave y This is all yours.

El humo de los cigarros de escasas female rebels, el antecedente previo del Corona Capital, el cese de la lluvia, las porras al Chucky Lozano, ¡caray! Todo el ambiente era de relajación, de goce, de verano, por más que el verano afuera no estuviera presente. ¡Tremenda presentación como tremendo el verano! Como tremenda la noche y como tremendas esas líneas de la culminante»Breezeblocks» y su <please don´t go, please don’t go, I love you so, I love you so>. I love you so Alt-J…