Bocafloja: el goce como ejercicio anticolonial

Con ojos compuestos es como Bocafloja percibe su entorno. Sus omatidios le permiten asimilar su contexto de una manera tan rica que el hiphopero sería capaz de refutarse a sí mismo cuántas veces crea necesario para dejar en claro que las ideologías, los puntos de vista o los pensamientos no son absolutos.

Incluso desde su trinchera musical, Aldo Villegas es consciente de que esta cultura no tiene una bandera que dicte un discurso para todo el mundo de las rimas: “No se puede universalizar, no se puede homogeneizar el hip hop como una experiencia cultural única, no es unidimensional. Creo que es un conjunto de un millón de experiencias que al mismo tiempo tiene un millón de diferentes agendas, la intencionalidad de cada artista es diferente, es un universo inmenso. Personalmente apelo a una forma artística, una forma cultural, que tenga mayor utilidad que el simple ejercicio de la satisfacción creativa, o sea, de hacer arte por el arte”.

Así, para él la música sí tiene mayores posibilidades en términos de impacto social. Es por ello, que aunque marca sus reservas con artistas comerciales que utilizan su fama para catapultar una carrera presidencial, al mismo tiempo celebra a quienes han conseguido cargos públicos con una agenda política que ha derivado en trabajos bien ejecutados. Pero no hace falta cambiar de esfera social para advertir que el hip hop, o cualquier género, movimiento o cultura, corren peligro de desviarse presionados por intereses ajenos.

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“Las industrias culturales normalmente están expuestas a ser cooptadas por las entidades más grandes, tanto a nivel Estado como nivel corporativo. Las grandes empresas del entretenimiento de alguna manera secuestran todas esas formas culturales al convertirlas en un producto comercial. Pienso que el arte evidentemente puede y debe comercializarse en cierta medida, si esa es su agenda y esa es su intención,  pero siempre hay una línea muy delgada entre una comercialización digna de un producto cultural y entre una deliberada forma de engancharse en un mecanismo comercial descarado que de alguna manera suprima el carácter original del arte o de la producción cultural”, advierte Bocafloja

“Nosotros como agentes creativos tenemos que tener bien claro cuál es ese posicionamiento y cómo funcionan las reglas de juego, porque es muy fácil en un segundo ser completamente secuestrado por esas esas entidades grandes”. 

Pese a su nivel de discursividad, para Bocafloja el objetivo central de su arte no es relucir el discurso per se, sino que éste sea capaz de propiciar ejercicios políticos de cambio. Es por ello, que en esta ocasión el hiphopero mexicano radicado en Nueva York nos presenta “Miel”, una colaboración con los cubanos Golpe Seko que apela al goce como una forma de empoderarse.

Revista Kuadro (RK): Hablas del empoderamiento a través del goce; por mucho tiempo se nos dijo que el empoderamiento venía de la productividad… 

Bocafloja: Claro, es una de las ilusiones y falacias de la sociedad capitalista, el producir-producir a costa del autoflagelo, del castigo y un sinnúmero de procesos de opresión. Entonces, de alguna manera estamos tratando de, a través del arte, generar otro tipo de diálogos, otro tipo de discusiones que igual sean bastantes críticas a nivel discursivo, a nivel político, pero al mismo tiempo puedan generar un tipo de alivio en el contexto emocional, a través de de la música.

RK: ¿Tú cómo gozas y cómo crees que tu arte contribuya al goce de la gente?, porque hablabas de que no es sólo el arte por el mismo arte, sino por el mensaje.

Bocafloja: Más que el mensaje, yo lo definiría como la posibilidad, el sinfín de posibilidades que un ejercicio artístico tiene para conectar con el espacio social y con quien lo recibe. En términos del goce, pues es también un ejercicio múltiple: el arte en sí genera un ejercicio de goce para mí y espero que quien lo escuche de alguna manera perciba ese sentido emotivo y esa práctica emocional, el goce no nada más como algo lúdico, como algo efímero o como algo placentero a secas, sino el goce como otra posibilidad empoderamiento político, como una posibilidad de ejercicio crítico y con una posibilidad también de relectura de nuestros propios cuerpos, de nuestras propias identidades, de nuestro propio ejercicio creativo.-

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Es por medio de “Miel” que Aldo promueve a su público un ejercicio de re-conocimiento del cuerpo, del disfrute del mismo y a través del mismo, actividades que en las últimas décadas tuvieron cierto grado de estigma, pues al final de cuentas se trata de un goce material. Paradójicamente,  la exploración de nuestro ente estaba limitada por los marcos potenciales de la producción: “Responde también a un sistema de condicionamiento del cual ciertos cuerpos aparentemente estaban sujetos a las condiciones de solamente trabajar y producir, ni siquiera para ellos mismos, sino trabajar y producir para el beneficio de otra clase dominante. Parte de este análisis del cuerpo es hacer una relectura de nosotros mismos, de modo que entendamos cuál es nuestro posicionamiento y afrontarlo con dignidad y también corresponder a esa agresión permanente a través de diferentes frentes”, explica.

RK:  ¿Es un goce repensado y no esta idea de que el estadounidense goza siempre porque tiene acceso a supermercados, a ir de vacaciones, etcétera? 

Bocafloja: Sí, claro. El goce del que yo hablo es un goce que parte de la experiencia anticolonial, es un goce que parte de cuestionar críticamente ciertos valores impuestos por la sociedad de consumo, incluso dentro de esa misma lógica de la sociedad de consumo, o sea, es resignificar cuál es el consumo porque también me distanció un poco de cierto análisis como de la militancia de izquierda vieja de los sesentas que habla de “no puedes ponerte unos zapatos caros porque va en contra de los valores anticapitalistas”, para nada. Al contrario, es resignificar ese tipo de goce, empezando a partir del cuerpo, pero a partir de la subjetividad racializada, que es otro lenguaje, que es otra experiencia, otra visión de la política.

“Tenemos que jugar este juego estratégico de saber cómo nos insertamos en estos espacios más allá de ponernos unos zapatos caros o tener un iPhone, es cómo hacemos trabajo político para desmontar estas estructuras, no es esta idea romántica de que si hablo sobre anticapitalismo no puedo consumir automáticamente ninguna de las cosas que me rodean”.

RK: Hablas sobre este flagelo que nos ha impuesto la economía capitalista, en tu caso ¿qué ventajas y desventajas te ha traído el vivir en una economía como la de Estados Unidos?, ¿cómo ha impactado en tu arte?

Bocafloja: Las ventajas son que en el contexto de la industria cultural existen algunas formas de apelar a ciertos recursos para proyectos artísticos y culturales que a lo mejor en el contexto de México no se daban, especialmente porque involucran un abordaje de la música, por ejemplo, del discurso que no proviene necesariamente de formas tradicionales que son consideradas en lugares como México como espacios válidos de producción de conocimientos. 

Entonces, me ha dado la oportunidad de poder hacer sustentable cierto tipo de iniciativas y demás. Por otro lado, vivo en la ciudad de Nueva York que es un epicentro mundial de las prácticas capitalistas como más viscerales y más agudas, esto también representa un costo de vida más alto, un nivel más tóxico de competencia, etcétera. Son unos por otros, pero de alguna manera tratamos de navegar en la medida de lo posible y mantener los pies en diferentes espacios.-

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Contrario a la relación con el sistema económico que rodea a Bocafloja, el artista ha tenido un estrecho acercamiento con uno de los países que son casi un mito social: Cuba. Su reciente colaboración con Golpe Seko no es más que otra prueba de los lazos que lo conectan con la isla desde hace décadas.

“ (La relación) ha sido en todos los aspectos: cultural, político, social, ideológico. Yo formé parte de una de las primeras generaciones de artistas de hip hop aquí en México y Latinoamérica de alguna manera, entonces desde los años 90 tengo una comunicación constante con Cuba porque por algún tiempo fue una especie de epicentro cultural y político para la gente que estábamos involucradas haciendo hip hop en diferentes partes del mundo con un perfil un poquito más abocado a discutir ciertas posibilidades políticas a través del arte y demás”, recuerda.

Para quien pudiera advertir una supuesta incoherencia entre estas dos partes de la vida del hiphopero, él mismo expone que “hay un millón de razones por las cuales no delimitó mi experiencia ni como migrante ni como ciudadano, ni como artista a regionalizarla al contexto de Latinoamérica”, pues su discurso no está definido por fronteras, sino por experiencias: 

“Mi discurso es anticolonial y en esa medida el ejercicio anticolonial cuestiona la forma en la que los Estados-Nación se crearon y he sido muy, muy crítico con respecto a las formas culturales de la latinidad y de la mexicanidad. Viviendo en Estados Unidos, digamos que la complejidad respecto a este tema recae en mi experiencia, en mi subjetividad, como un sujeto racializado, el migrante que de alguna manera comparte muchas experiencias con personas y grupos sociales similares a mi experiencia, pero que no necesariamente se restringen a los límites de Latinoamérica ni a los de México”.

“Parte de mi responsabilidad política es cuestionar la forma en la que se construyeron estos preceptos de nacionalidad, ciudadanía, identidad cultural e identidad política en el contexto de México y de Latinoamérica. Al final del día gran parte de esta serie de elementos son mitologías coloniales”.

 

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Así, para el artista mexicano la complejidad del vocabulario de una obra tampoco es suficiente argumento para definirla como “consciente” o “política”, términos con los que Aldo guarda su distancia y siempre entrecomilla.

RK: Para muchos en el ámbito musical cada vez hay menos letras “inteligentes”. Tú te pronuncias sobre que poco importan las letras, porque la canción tiene un contexto que le da poder y un sentido. 

Bocafloja: Sí, creo que la letra es bien importante, pero creo que la discursividad como un conjunto de cosas que no nada más aplica en términos líricos, tiene que ver también con el espacio de enunciación, tiene que ver obviamente con el cuerpo, con la subjetividad del artista y tiene que ver también con la musicalidad como un ejercicio que también comunica a nivel discursivo.

RK: En este caso, ¿también defiendes esta “teoría” en las canciones que ayuden a la gente salir de su zona de confort? 

Bocafloja: Sí, de alguna manera no es la intención hacer propiamente ejercicios como motivacionales, pero pienso que el arte y la música genera procesos de estimulación que de alguna manera empujan un sentir crítico. Es ese sentir criticó el que genera que la gente se empuje de alguna manera  a resolver ciertos procesos y salir de esos espacios de subordinación, de sometimiento o de confort.-

Para salir de este sometimiento, Bocafloja propone un ejercicio político que rompe con las reglas monótonas de un contexto de hiperproductividad, una actividad de re-reconocimiento que empodera a nuestro cuerpo más allá de las capacidades y habilidades imperantes y reconocidas por el sistema capitalista: gozar. 

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