Su nombre es Bryce Vine, y definir su sonido es difícil. Él es un artista ecléctico, que, si le preguntan, presenta su música como “si Outkast y Blink-182 estuvieran ebrios con Gorillaz y empezaran a tocar música juntos”. ¿Qué? Algo así. En entrevista con Revista Kuadro confiesa que sigue definiendo el estilo:
«Pienso que estoy averiguando cual es mi verdadero sonido. Tienes que descubrir un patrón, ver que funciona y que no. Al final solo quiero hacer eso, seguir escribiendo canciones, llegar a la gente, tener más fans. Descubrir como puedo ayudar al mundo, aunque sea un poco.»
Al menos, va por buen camino. El músico, nacido en la tina de un departamento de Manhattan, ama viajar y descubrir más culturas. Ahora lo hace para vivir. Como dice su rola «Drew Barrymore», esa que lo catapultó a una popularidad viral, él no quiere perder tiempo. Bryce Vine quiere más: ser la nueva «Drew Barrymore», o en este caso, el nuevo músico que rompa la escena del hip-hop. El relevo. Uno que, a la larga (me confiesa emocionado), colaboré con Childish Gambino o con Chance The Rapper, dos de sus máximos referentes.
Hablar con Bryce Vine es toda una experiencia musical, llena de referencias y caminos, que nos remontan a la época de Tupac. El músico recuerda una visita a su padre, un restaurantero. En la radio sonó “How Do You Want It,” de Tupac y desde entonces sintió que su mundo cambió. Depresivo de chico, encontró en la música -en especial en el rap- una forma de aliviar el dolor, una terapia donde siempre encuentras una canción que expresa exactamente lo que uno siente. A los trece, recibió su primer instrumento. Además de aprender a dominarlo, empezó una banda de punk con amigos del high school.
«Me encantaba la energía, la crudeza, la electricidad del rock. Disfrutábamos tocar instrumentos, yo tocaba la guitarra. Crecí amando la forma en que sonaba.»
Después entró a Berklee donde, además de conocer a Nolan Lambroza, productor de su EP debut Lazy Fair, tuvo la oportunidad musical de participar en el proyecto Glee. Todos estaban intentando alcanzar la fama. Tenía que intentarlo. Audicionó con «Gold digger» de Kanye West, y recibió una llamada desde los Ángeles. Lo habían seleccionado.
«Viéndolo en perspectiva fue genial. Me enseñó como lidiar con la música. No a todos les va a gustar. Ahora ya no me afecta y si leo un comentario y veo las opiniones en línea no me molestan. Eso fue lo que aprendí del proyecto Glee.»
Ahora en 2019, dice que debe ser su año. En verano sacará su primer álbum, Carnival, un disco con 12 canciones, que llega en un momento donde la escena del hip hop está en claro apogeo. El músico, nos adelanta un poco sobre su proyecto.
«Las escribí todas para que las personas lo escuchen como si fuera un soundtrack de sus vidas. Hay un montón de temas. Tengo una canción romántica que es acerca de apreciar a alguien por lo que te hace sentir, una canción que habla de arruinar una muy buena relación, otra que espero las personas puedan poner en sus bodas, una que es cuando vas a beber después de tener una pelea con tu novia.»
Su primer álbum no es más que la culminación de toda su aventura musical. ¿A qué suena? Habrá que descubrirlo. Dice que su estilo se centra mucho en la letras y en dejarse llevar. Su voz no suena como la de otras personas. Se trata solo de elevarse, como las canciones que le gustan, o como el hype de Frank Ocean, otra figura a quien admira. Quizás, en alguna parte de la conversación podamos encontrar una pista de lo que suena, o al menos le gustaría sonar.
«Yo solo quería la energía del punk rock con el sonido del hip hop, para que todo estuviera incluido.»