Fotos: Paola Arriaga

¿Cuál es la expectativa que te harías de un compositor e intérprete de 19 años con fans que en su mayoría, no rebasan la edad de una niña de secundaria? Probablemente ni siquiera te molestarías en plantearte una debido a lo obvio que puede parecer el contexto, pero esto no fue One Direction ni Justin Bieber en sus inicios (aceptemos que últimamente lo ha hecho bien). El Plaza Condesa recibió, sí, al típico joven «ken» (Ken es el novio de Barbie) humano, pero con un gran talento, responsabilidad, amor y pasión por lo que hace.

El venue no estaba abarrotado. No había filas dando la vuelta de la calle, ni en el estacionamiento. Sólo estaban unas cuantas madres de familia esperando por la salida de sus hijas. Tampoco podemos decir que estaba a punto de ser un sold-out, porque no estaba ni cerca de ello, probablemente sólo un cuarto de pista estaba ocupado por niñas pequeñas acompañadas de sus padres en traje y corbata. Otras cuantas más que consiguieron ir solas con sus amigas. Una pareja de jóvenes adultos abrazados actuando cariñosamente en todas las canciones sin quitarle la vista al escenario, y los más fans, porque igual había varones, levantando la mano con impresiones en una hoja de papel con algunas fotos de Cody Simpson o margaritas, incluso llevaban una ya marchita.

Cody Simpson, acompañado únicamente de un bajista y un baterista, supieron enfrentar y manejar a su escaso público, aún cuando no había demasiado contacto con los espectadores, pero respondieron de tal manera que no se percibía como un vacío. La energía era tanta, que se sentía como si toda la escuela secundaria hubiera asistido al concierto y los sonidos que nos hacían sentir como en Hawaii. Se detuvieron únicamente cuando interpretó «My Angel», no hacía falta conocer toda la carrera de Cody Simpson para darse cuenta de que era la canción más esperada y que dejó —a quienes se la sabían—, afónicas, aún cuando era de las canciones más tranquilas.

Una expresión de extrañeza lo acompañó gran parte de la hora y media del show, misma que se desvaneció en las últimas canciones de éste y optó, mejor, por sonreír al público que aclamaba los bailes y movimientos sensuales que los padres presentes preferirían que sus hijas no vieran.

Si un día tienes que acompañar a tu hermana menor al concierto de algún sucesor de Justin Bieber, no te niegues, resulta ser muy divertido