Fotografías: Nancy León
No había mejor opción para abrir el concierto que Cœur de Pirate ofreció en El Plaza que Madame Récamier. En tan solo una veintena de minutos, la mexicana incitó a una premonición de las hermosas voces que escucharíamos en su presentación y en la de la canadiense. Acompañada solamente de un baterista y un guitarrista, la cantante sorprendió con versiones de “Afuera” de Caifanes, “Distante Instante” de Rockdrigo y “Triste Canción de Amor” de El Tri, esta última, con tal sentimiento que por fin muchos entendimos el porqué la tristeza es parte de ese título.
Acostumbrado el oído a los cantos dulces, fue cuestión de minutos para que Béatrice Pirate apareciera acompañada por su guitarrista, Renaud Bastien, y ambos dieran paso a una noche llena de suaves melodías y tierna voz. El primer tema interpretado por los músicos fue “Pour un infidèle”, al cual el público respondió con los primeros aplausos de los muchos que se ganaría la quebequés en toda su presentación.
La chanteuse canadienne advirtió desde un principio que su concierto sería un tanto “lingüístico” y así lo cumplió con sus canciones en francés, inglés y alguna que otra frase en español. Con su movida melodía en piano, vino “Ensemble”, la cual promovió los primeros movimientos de cuerpo en el público, aunque el baile no se pudo concretar debido a que el recinto fue provisto de asientos que le estorbaban al ritmo. Para complacer a aquellos que asistieron atraídos por el amor, Cœur de Pirate siguió con “Drapeau Blanc” y “Saint-Laurent”.
Como si su voz no fuera talento suficiente para enamorar a su público, la canadiense demostró su gran capacidad en el piano con su interpretación de “Pilgrims on a Long Journey”. Una de las grandes canciones de la noche llegó con la esperada “Francis”, mientras los coros de los asistentes empezaban a sonar cada vez más fuertes. El momento angloparlante arribó acompañado de la nostalgia de “Oceans Brawl” y “The Way Back Home”, y antes de ausentarse de su instrumento por un rato, Cœur de Pirate introdujo una de sus obras más famosas: “La primera vez que fui a París pensé que todo era tan hermoso, porque, ya sabes, es París”, con lo que dio inicio a la gran “Place de la République”.
Después de eso, la guitarra de Renaud, el suave tono vocal y tierno baile de Béatrice fueron los tres elementos a los que el mundo se redujo al tiempo que fluyeron “Combustible” y “Adieu”, con la cual el público se deleitó entre sí con el celestial coro con el que acompañaron a la cantante. Una vez más, la gente se robó el show con las voces y aplausos que le imprimieron a “Carte Blanche”, con lo que consiguieron uno de los momentos con mayor sentimiento de la noche. Antes de regresar a demostrar su habilidad en el piano, el dulce cantar de Cœur de Pirate niveló el amargo sabor de “Amour d’un Soir”.
Antes de obtener el llanto de los asistentes, la canadiense recordó que ella mismo llegó a las lágrimas cuando un joven venezolano interpretó “Crier Tous Bas” en un concurso donde ella era la jueza. Una pizca más de melancolía vino con “Oblie-Moi”, “Prémonition” y “Comme Des Enfants”.
Béatrice y Renaud se ausentaron apenas un minuto para un encore que fue más por protocolo que por ganas de bajar del escenario. Al regresar, “Dans la Nuit” hizo soñar a los oyentes que se congregaron esa noche el El Plaza. Finalmente, conteniendo un poco los nervios, Cœur de Pirate interpretó por primera vez su más reciente obra “Ne m’appelle Pas”, canción que levantó a todos de sus asientos para aplaudir sin parar a la cantante.
El concierto de Cœur de Pirate fue un espectáculo en el que el dulce sonar de la lengua francesa se combinó con la levedad de suaves melodías y el tenue coro de cientos de personas, quienes se dejaron llevar por una hermosa hermosa voz dedicada al amor y desamor en todas sus formas: amigos, padres e hijos, parejas que no cesaban de compartirse, y solitarios con el corazón de pirata.