Concrete and Gold: ¿Quién detiene la máquina de los Foo Fighters?

Me gustaría escribir que el nuevo disco de los Foo Fighters es uno de vanguardia, en el que finalmente se han atrevido a hacer un álbum distinto, conceptual; en el que, después de ocho discos,  Dave Grohl y compañía han perdido la batalla contra la electrónica, los sintetizadores y el chill out que gobiernan el mundo desde hace varias décadas. Pero, ¿a quién engaño? Lo de Foo Fighters es nunca bajar la guardia, nunca dejar de hacer lo que saben hacer.

Desde que empezaron su carrera, lo de Foo Fighters son las guitarras potentes, la batería intensa, el rock & roll duro y directo. De manufactura. Su octavo disco,  Concrete and Gold, no podría ser de otra forma.  Un disco más hecho para los amantes de los solos de guitarra, las explosiones; para rockeros de los setentas, ochentas, noventas y nuevo siglo; para ser puesto en cantinas vetustas y bares modernos; para grandes escenarios y pedas pequeñas; para la carretera eterna y para quién va en bici a toda velocidad con sus audífonos bien puestos; en fin, un material para combatir el silencio y hacer temblar la mesa, la ventana, las buenas costumbres.

 

FOO FIGHTERS

La introducción acústica y ligera nos prepara mientras suena el primer verso de «Tshirt».»I don’t wanna be king. I just wanna sing a love song.» Palabras que bien podrían salir de la boca de Robert Plant; palabras que en parte parecen contradecir a la banda. Porque, evidentemente, sus canciones dedicadas al amor (a la pareja, a la banda, a la libertad, ¿a Kurt?) los han convertido, en la mejor banda (norte)americana de rock en lo que va del siglo XXI. Y para demostrarlo, nada como «Run», un alegato liberador con uno de los riff de guitarra mas pesado que jamás haya entregado la banda. Nada como «La Dee Da», otra rolísima headbanguera, potente, de garganta seca, de aullidos a la luna.

Producido por el multiinstrumentista Greg Kurstin, (colaborador de Pink, Sia y All Saints y artífice del superhit “Hello” de Adele) y grabado durante tres meses, Concrete and Gold mantiene el rock orgánico y poderoso, pero le agrega melodías, coros, y hasta arreglos celestiales, que le dan al álbum un aura de consagración.  En «Sky is the Neighborhood» o en «The Line»  buscan abrir el cielo, tocar la gloria. Gloria de la que se saben poseedores y a la cual le dedican la canción homónima que cierra el disco, en la que la Grohl canta:

«I have an engine made of gold/ Something so beautiful/The world will never know».

Hay quienes cuestionan la capacidad creativa y de reinvencion de Dave. Que incluso en su etapa con el supergrupo Them Crooked Vultures, a lado de John Paul Jones (Led Zepellin)  y Josh Homme (QOSTA) sigue sonando a lo mismo. ¿Y qué? Complicarse la vida no siempre compensa. A los FF se les reconoce precisamente por ser intemporales; porque sus discos mantengan cierta similitud estructural con rolas que van del folk, el country, al blues, a la balada, sin ir en perjuicio de su sonido; porque,  aunque pasen los años, su fórmula sigue siendo efectiva, ideas claras, directos al grano. No es fácil detener la “máquina de oro” de Grohl, una máquina capaz de crear singles de rock con mayúsculas, himnos de estadio al por mayor, como en este caso sucede con la ac/dciana «Make it Right» o la típica canción in crescendo «Dirty Water».

Me gustaría escribir entonces que Concrete and Gold suena diferente a lo que ha hecho FF. Pero para que nos engañamos. Sus raíces ya están echadas desde tiempo atrás en las bases del rock. Ellos lo saben….

«Our roots are stronger than you know, Up through the concrete we will Grow».

 

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