Fotografías: Carlos Sain
«No es tu sexo lo que en tu sexo busco», Leopoldo María panero
Deseos, la palabra pesa al escribirla, pesa el mencionarla y pesan más al escucharla, vuela en la mente un abanico infinito que inicia en la palabra paz y termina en el vocablo sexo.
Un hombre rubio o una mujer con melena de sol, Christina Rosenvinge la metáfora de la intersexualidad, ojos claros el cabello largo, senos y una corbata. Un disco cantado por una mujer y encarnado en un hombre.
«Ana, me cuesta hablar de ti
Eres un pájaro en mi memoria
Oigo tu canto libre desde aquí
Entre la bruma ronca de mi atril»
Ciudad de México donde fluctúa cultura, generó y rebeldía, la autora del «romance de la Plata» en un escenario, en Galera específicamente, habla de celebrar y detestar la herencia paterna, de rebelarse ante la genética y la educación inyectada por nuestros procreadores.
«No soy de la estirpe de ese cazador
Que probó la sangre y le gustó el sabor
No puedo demostrar valor
Tampoco gran puntería»
Entre rock y vals las luces prenden y apagan, entre la intermitente danza de los colores con pianos y guitarras la española y su banda bailan: un paso a la derecha una vuelta hacia atrás, se trata de observar percibir y degustar las pupilas y saborear los sonidos.
El final se acerca, se siente una paz en el alma difícil de describir, pues después de dos horas Christina Rosenvinge habla del amor sin arrepentimientos, de lastimarse al seguir a tu amado, de la poca importancia de tropezar una y 1000 veces en una piedra llamada amor.
«Ojalá se pudiera
Ir bailando hacía atrás
Tropezando una vez y otra vez
En el mismo lugar
Como un vals infinito
Que yo, nunca aprenda a bailar
Sobre tu piedra angular»
Todo es un poema erótica mente sexual, Christina fue Romeo, quién envenenó a su público de orgasmos y éxtasis, un amante de una sola noche pero de un recuerdo constante en la mente de los fallecidos, quiénes fueron por una ocasión breve la actual apasionada y difunta Julieta.