Hace no mucho, Dorian cerraba una década de música, de camino y de nuevos amaneceres. Para ello sacaron un disco en directo desde el Arenal, en España, y ahí creímos que esta banda tenía un repertorio lleno de baladas, de ritmos pop y de melodías melosas y es ahora, en este 2018, donde nos dan un álbum que se envuelve de tonos -más- pop, donde los synths juegan un papel único (bueno, siempre lo han sido) y ahora vemos un trabajo más completo, donde lo que pasa hoy día se plasma en Justicia Universal.

En este material, los encantos pop van más allá del envoltorio electrónico, seña de identidad de la banda. Para ello han simplificado las estructuras, dejando a un lado pasajes instrumentales u otros ornamentos vacuos, incidiendo en una producción nítida, directa y clara.

Este disco lo tiene todo: energía, rebelión, cantos de libertad, duetos con León Larregui, Javiera Mena y Nita (un mexicano, una chilena y una madrileña), donde podemos ver que esta Justicia Universal en verdad rota por todo el mundo.

Dorian ha sacado a pasear su pesimismo vital de forma explícita; nos encontramos que el quinto trabajo en estudio de los españoles, es el disco más serio, reflexivo e intenso de su carrera. Un álbum construido de forma más poliédrica y en el que por primera vez el peso compositivo ha estado mucho más repartido y no ha recaído tanto sobre los hombros de Marc, sino que incluso Belly y Lisandro en verdad disfrutaron jugar y ahondar en sus mentes.

Justicia Universal es ese reclamo estándar revestido del conformismo que las religiones han infligido a nuestra sociedad pues, sin importar que tan difíciles se pongan las cosas o que tan cínicos sean aquellos que operan con tranzas, la posibilidad de que algún poder superior venga a liberar a su pueblo castigando a los malos con un rayo desde el cielo, es el aguante de la esperanza popular (cual valquiria en un mundo al revés).