Fotos: Cortesía King Crimson

El Metropólitan se pinta de rojo carmesí y más que sea un cliché fácil porque King Crimson se presentó, es porque King Crimson se presentará cinco veces – que deberían verse como llenos absolutos, pero la reventa que encuentras afuera es excesiva-. Además de seguirse para Guadalajara. Más lo conciertos más recientes, por lo que más de un listillo ya dijo que van a pagar predial.

Nada de eso importaba, ni los teléfonos que tan amablemente la banda pidió no usar durante el show -los lobos no tanto- porque nos pedían que pusiéramos los ojos sobre el escenario y escucháramos mas allá de los oídos. Algo que podría parecer trivial para los nuevos fans -que no habían tantos-, todos estaban ya bien entrados por lo menos en el tercer piso, no había juventud en el lugar.

Es lo que ofrece este show, nada de luces deslumbrantes, nada de visuales alocados, ni nada que distrajera. El hecho de llegar y ver tres baterías sigue siendo algo a lo que no te acostumbras -hay bandas que no tienen ni uno decente- y ver todo esos instrumentos sobre el escenario, parecería que vas a ver a 12 personas tocando sobre el escenario. Nada mas salen seis: Mel Collins en los vientos, Tom Levin principalmente en el bajo, Jakko Jakszyk voces, guitarras y otras cosas, en las percusiones Pat Mastelotto, Gavin Harrison y Jeremy Stacey -también en los teclados-.

Robert Fripp era el otro miembro, el otro que empezó esto, el que siempre ha estado en estos 50 años de la banda. Ese que esta festejando por todo lo alto -muy a su estilo- que In the Court of the Crimson King estuviera cumpliendo 50 años. Uno de esos trabajos seminales no solo para la banda, si no para la música en general. De esos trabajos que definen carreras y décadas.

Todo esto es antes de hablar del concierto, porque no podemos hacer una reseña normal, porque no es un concierto normal. Son de esas pocas bandas que se logran conectar con la audiencia a ese nivel donde la música es todo lo que importa. Hasta se puede ver como los otros miembros se quedan pasmados cuando alguien toca un solo, ver esa habilidad, ver esa pasión para interpretar. No deja a nadie indiferente.

Dos sets, con un intermedio de 20 minutos, con un repaso bastante variado por la discografía de la banda. Donde ir enlistando las canciones y las reacción de la gente, pues no va con este concierto, por lo que ya hemos mencionado. Pocas veces en estos tiempos todos los ojos y oídos están con lo que esta pasando en el escenario. Ni el de las cervezas pasaba como normalmente lo haría.

Tal vez habría que resaltar tres momentos. Uno con la flauta, con Mel, sabe lo facilones que somos como audiencia -no es queja- donde con la flauta transversal empezó a sonar «Tequila», para que todos cantaran como Karaoke en un concierto de King Crimson.

El segundo, fue en el set con «Starless» sobre todo en esta parte donde Fripp lleva suavemente ese crecendo, mientras poco a poco todo se va descontrolando, ya que cada uno se va agregando al jam. A la par todo el recinto se pintaba rojo -otra vez, no es un cliché, lo único que llevaban que no fueran instrumentos, era esta luz rojo para este momento-. Fue de esas veces que si no te erizaba la piel y te movía algo por dentro… si te hace falta algo.

El otro fue cada canción del disco que hizo este show posible. La primera con «Epitaph» porque esa delicadeza, para alguien con la capacidad de ese poder crudo, no está al alcance de todos. Caso parecido con «Moonchild», donde toda la capacidad de la banda se refleja.

El último coincide con el cierre del concierto, «In the Court of the Crimson King». Todo el descontrol, todos dando todo de ambos lados, de un lado nada más movían la cabeza al compás lo mejor que podían, pero en butacas y todos con ibuprofeno después de eso era lo más que se podía hacer. Una última ovación de pie, con las únicas fotografías que incluso ellos tomaron -que ni fotógrafo llevaban-.

Uno de esos shows, que regresando a los clichés, hace falta estar ahí, que es magia es muy complicada poner en palabras.