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«Sé que tiempos más duros aún están por venir…»
La ciudad últimamente es más fría de lo común, puede ser el cambio climático o simplemente nos vamos congelando por miedo a sentir, pasan de las 8 de la noche en la CDMX, cerca del corazón de la capital en el Teatro Metropólitan, el calor baja mientras los tragos balancean la temperatura para ver a uno hijo de Gijón, Nacho Vegas.
Como es costumbre antes de que algo nazca o suceda, hay una calma extraña, un quejido ahogado o como en este concierto lo llamamos: «Actos inexplicables». Entre luces moradas y la insaciable obscuridad del recinto, aparece Nacho Vegas con la sobriedad que lo caracteriza, un traje obscuro y una camisa clara, toma el micrófono y resuena «Entre el dolor y la nada».
Ver esta publicación en InstagramDisculpen las molestias nos estan matando… #NachoVegas #NVYTE #GiraVioletica?
Aquí me detendré con la reseña, si quieres leer que el último concierto de Nacho Vegas fue tan meláncolico y triste para los corazones solitarios, temo mencionarte que no lo encontrarás aquí. Me tomaré la licencia de mi formación periodística para hablar de lo que el propio autor de «Dry Martini S. A.» en conferencia pidió que se escribiera y hablara:
«Disculpen las molestias pero nos están matando»
Un cartel apareció en el escenario con dicha leyenda mientras Vegas le daba la bienvenida al colectivo Pan y Rosas México para cederles el espacio para hablar de dos asuntos de suma importancia social: de las caravanas de centroamérica que cruzan por México y del sufrimiento que viven las mujeres aquí en el país. El cantante dio un paso hacia atrás y a sus espaldas un video apareció con estadísticas de lo que sucede en nuestro país:
«En su tránsito por México más de 80% de las mujeres niñas y transexuales migrantes sufren violanción sexual… Entre 1995 y 2015 se cometieron 1310 crímenes de odio…En los últimos tres años han aumentado los transfeminicidios en un 250%…. México es el segundo país con el mayor número de muertes de personas trans…»
De cada 12 feminicidios que ocurren en América Latina, ocho son en México.
Banderas moradas tomaron el escenario mientras Sulem Estrada, parte del colectivo Pan y Rosas, mencionaba algunas cifras y datos sobre lo cerca que está el feminicidio y la pobreza en México, sin olvidar la guerra del gobierno y el narco que ha dejado alrededor de 150 mil asesinatos, 30 mil desaparaciones forzadas, más de dos mil fosas clandestinas.
El final de la intervención terminó con la invitación a la marcha este 25 de Noviembre, día internacional contra la violencia a las mujeres, a las 14:30 en monumento a la madre.
El cantante gijonés tomó entre sus manos un pañuelo morado y lo amarró a su micrófono como una muestra de solidaridad, invitando a los asistentes a dicha marcha, para después interpretar «Crímenes cantados».
Continúo con mi licencia poética que como periodista, pero también como parte de una familia, debo admitir que tengo miedo, uno tan real y tan cruel que es difícil explicar. Me pregunto todos los días: ¿cómo hemos llegado a esto? El peligro de ser mujer en una ciudad y en un país que ha sobrevivido a múltiples vejaciones en diferentes épocas y contextos.
Leemos las noticias, las vemos o las escuchamos y hemos normalizado que diario desaparezca un mujer en nuestro país, sin embargo que esto suceda diario no quiere decir que sea correcto. Gracias a la vida, y a diferencias de muchos, aún tengo miedo de saber que las mujeres corren grandes riesgos en nuestra nación y el día que dejemos de temer que una amiga, una hermana, una sobrina o amigos de la comunidad LGBTTTI desaparezcan, debemos preocuparnos porque nos deshumanizamos.
Gracias miedo por saberme sensible y no ajeno a lo que me rodea. Como última licencia y si me publican esta «reseña», les pido a los lectores que, como Nacho Vegas mencionó alguna vez por allá del 2015 en el Vive latino respecto al caso Ayotzinapa y los 43 desaparecidos: «México no se cansen y sigan luchando».
