Ghost V y VI: la mejor y la peor manera de estar encerrado

Pocos artistas se pueden dar el lujo de navegar por  géneros de una manera tan diversa y variada, pocos artistas son como Trent Reznor. Ya tenía una discorgrafía bastante amplia cuando sacó las primeras cuatro partes de Ghost, una colección de dark ambient… y justo después de lanzar el Year Zero. Conociendo lo anterior, ya tienen más sentido todos los scores que empezó a hacer.

Ambos discos que nadie se esperaba destacan por dos razones muy peculiares: uno se siente que fue creado para que sus fans tuvieran algo que hacer en la pandemia y el otro nadie se esperaba la continuación de Ghost. Más por la forma, el I-II-III-IV  que eran más bien EPs, por la duración, cada uno de media hora mas o menos. Pero ahora lanzo dos LP, cada uno rebasa la hora.

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Podríamos incluso hacer dos reseñas, pero por cuestiones de la situación será uno solo. Además si parece apropiado. ya que podríamos ver al Ghost V y Ghost VI como un álbum doble porque ambos representan el ying y el yang, las dos caras de la misma manera. Algo que vas más allá de etiquetar a uno como ambient y al otro como dark ambient  por las atmósferas que cada uno tiene.

Algo que en lo que Reznor ha mejorado desde que se junta con Atticus es en el manejo de lo que está sucediendo al rededor de la música. Cómo la conceptualiza para que te obligue a hacer algo más que oír, te obliga a sentir algo más primitivo. Simplemente The Social Network, Gone Girl y Bird Box no se pueden entender en este concepto. Esa relación con David Fincher no es de a gratis – también Mank va a tener a Ross y Reznor igual que sus últimas tres-.

Ghost V de todos modos es muy raro para la banda, porque se escucha… positivo. Se escucha que a pesar de toda la mierda del mundo, estamos avanzando. Tal vez no tengamos muy claro hacia dónde, pero no estamos estáticos.  Te deja una sensación gratificante. Algo que parece ser totalmente nuevo en el repertorio de Reznor, esa sensación no era algo que tuviera en él.

Tiene esos puntos que te hacen sentir eufórico, pero a la vez, es algo más porque los sonidos taladran la cabeza al mismo tiempo que la avientas contra la pared como en «Head Like a Hole», o «Heresy». es la misma sensación cuando ya no importa nada y da una extraña paz. Incluso en los scores, nada más de revisar la obra de Fincher ninguna película es amable con el espectador.

Por eso es fascinante el VI, más si lo escuchas uno tras otro. Después de conocer ese espacio en la cabeza de Trent que parece que no existe, este te lleva al otro lado, pero en esteroides. Agobiante, claustrofóbico, intenso. El VI te saca del camino amarillo para meterte al castillo de la bruja. Es donde se ve todo el trabajo atmosférico que tiene en las películas.

Algo que hemos repetido mucho durante esa reseña, es su trabajo en el séptimo arte. Pero estos dos discos son el resultado de la carrera que Nine Inch Nails y en particular Trent ha tenido -ojo, esto no quiere decir que sean los discos que definen su carrera- desde cómo la programación ha tenido una labor cada vez más relevante. Que no solamente eran esa ira que tenían en Pretty Hate Machine.

No son discos para tener de fondo, no van a hacer que te puedas concentrar en lo que estás haciendo de manera apropiada, es de esos discos a los que tienes que dedicarle tu atención al 100 por ciento. Algo que también parece que hemos perdido. Por otro lado, llevar el ambient al mainstream -que ese ya es panorama que tiene siempre la banda con sus lanzamientos- es algo que pocos podrían lograr.

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