Gone Is Gone y el metal sin nombre

El término supergrupo a veces parece que brota muy a la ligera: no porque algunos integrantes estén en otras bandas y formen una nueva ya lo hace de facto un supergrupo. Es una delgada línea, que a esta banda no le importa. Gone Is Gone es el nuevo proyecto de músicos que ya tienen otros proyectos.

Tony Hajjar baterista de At The Drive-In y Sparta; y Mike Zarin, un productor multiinstrumentista que ha musicalizado varios videojuegos y películas, fueron los encargados de formar Gone Is Gone. El dueto empezó a sonar primero en el primer trailer de Inglorious Basterds. De ahí se añadió Troy Van Leeuwen guitarrista que ha tocado muchas veces con Hommes en QOTSA, The Dessert Sessions, Eagles of Death Metal, miembro fundador de A Perfect Circle, Failure, Enemy y Sweethead; además de ser el que llamó a Troy Sanders bajista de Mastodon que no es ajeno a otros proyectos, ya que también formó Killer Be Killed con Greg Puciato, Max Cavalera. Ahora se añade Ben Koller; aunque su banda principal está acostumbrada porque Brent Hinds va a lanzar un LP con Giraffe Tongue Orchestra.

Fotograma del clip «Starlight»

Con un currículum tan grande, probablemente sí apliquen para el término (aunque Zarin insista en que a él nadie lo conoce); pero por ahora es momento de música y no de semántica. Acaban de sacar su EP homónimo, en preparación a su primer larga duración que tienen contemplado para fines de año.

Desde ese trailer se notaba lo que querían hacer y empezaba lo complicado con las cuatro personas tan diferentes musicalmente. Son de esos proyectos que parecen mas destinados a hundirse, aunque afortunadamente no es el caso. Se trata de Heavy metal en términos generales. Más lento, es más bien atmosférico. Aprovechando que todos son unos músicos de primera línea, es lo primero que crean y de ahí parten. Es denso, es pesado, con espacio para los riffs. La canción que mejor los resumen es con la que abre el EP además de ser el primer sencillo «Violescent».

También el manejo de más de una voz le agrega texturas completamente diferentes, como en «Starlight», que van jugando con los tipos de voces entre un ambiente tenebroso. Aunque tienen trasfondos diferentes logran una interesante cohesión y paradójicamente se logra escuchar el aporte de cada miembro de la banda. Cada quien le da un particular estilo a esto que por momentos suena como a post rock, pero mucho menos suave, sin esa textura aterciopelada cambiándola más bien por papel de lija. Porque también cuenta con pasajes instrumentales donde aprovechan para lucir lo que traen.

El material tiene algunos momentos bajos como «One Divided» donde todo se vuelve tedioso. Pero tiene un cambio radical en «Praying for the Danger», empezando con unos tambores, que por un (muy) pequeño momento te hacía pensar en el Roots de Sepultura. Además de tener, ahora sí, una atmósfera sombría, perfecta para mover el cuello.

«Recede and Enter» hace pensar que esto se trata de un trabajo conceptual, ya que al margen de un tema en la música, va mas allá de lo que meramente se oye, sobre todo en las letras. «This Chapter» termina de dar toda la cohesión lírica, nos hace ser pacientes y tener esperanza en el material que viene de larga duración.

Con apenas 32 minutos queda una pregunta en el aire: ¿el término del supergrupo es apropiado o es mejor tratar de clasificar el género de esta banda? No nos acaban de dar el mejor disco del año… pero sí una de las mejores sorpresas, en un género que no es para todos. Viene a ser la luz al final del túnel después de varios mal logrados proyectos alternos que nos han rodeado

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