Y nunca lo ha sido, y por eso es triste que a más de dos décadas, más de 15 discos, y millones de sonrisas y lágrimas inducidas, siga habiendo los obtusos que insisten en afirmar que su nombre significa una especie de albur mexa. Y digo, el albur está chido —yo sé que a la mayoría ustedes también les encanta este enorme aporte a la cultura—, pero de repente uno está más en el mood poético, en el profundito, en el de curvar las comisuras de los labios hacia arriba. El de recibir un jarabe de palo en su acepción española, es decir, una madriza, sí, pero una de sensaciones, de estremecimientos, de sentir bonito.

Después de erizar una cantidad de piel equivalente a estadios de fútbol en el Vive Latino, Jarabe de Palo anda haciendo una serie de presentaciones en nuestro país, que vaya que necesita a alguien que le hable bonito, que nos saque del lado oscuro, y que nos diga que hay dos días en la vida para los que no nacimos.

Y por supuesto no hay que mencionar los problemas de salud que ha padecido el chingonazo de Pau Donés, porque la muerte nos llega a todos, pero no de la misma manera, y cuando le suceda a él, aunque se muera ni se va a morir, pero mejor, ahorita que se puede, háganse un favor y vayan a ver a Jarabe de Palo el próximo Lunes 18 de septiembre, en ese hermoso recinto apenas adecuado para un concierto tan lleno de amor y cosas bonitas como lo es el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”. Había también el 20, el 21 y el 22, pero pues ya ni hay boletos, así es que mejor hagan san lunes, y vayan.

Es imperdible.