A 45 años del primer gran festival de rock en México, nos cuestionamos sobre su trascendencia ante los conciertos multitudinarios que se realizan hoy día y con mayor frecuencia. ¿Qué queda de aquel «Festival de Rock y Ruedas en Avándaro» en el Vive Latino, el Corona Capital o incluso, en la Semana de las Juventudes? Para responder a esta pregunta recurrimos a Chava Rock, uno de los periodistas musicales de antaño y más reconocidos, cuyos ojos indudablemente han visto el desarrollo de la escena musical nacional con el paso del tiempo.
—No le deben nada porque nacieron en contextos distintos—, responde Chava a mi primera pregunta, acerca de Avándaro y los festivales actuales. Explica que lo rescatable, y certeramente admirable, es la búsqueda de la juventud de 1971 por un espacio propio. Casi tres meses atrás, el 10 de junio, el jueves de Corpus (también conocido como ‘El Halconazo’), los jóvenes habían sido víctima otra vez de la represión gubernamental; la primera, o por lo menos la más recordada, fue tres años antes, antes del inicio de los XIX Juegos Olímpicos en México, 1968. Entonces era un riesgo ser estudiante.
—Pero Avándaro no era la música—, continúa— era un anunciamiento. Un pretexto. Y pese a eso, no es sorpresa de nadie que las bandas contratadas para amenizar la carrera hayan tomado rápidamente el protagonismo del evento. La demanda fue tal que se extendió a dos días; la exigencia por un espacio en donde poder ser era insaciable; así tocara Javier Bátiz o no, daba igual. Este y no otro fue el génesis de los festivales musicales en México. Luego vino la censura, inexorable para el gobierno federal, Luis Echeverría, presidente, y el estatal, Carlos Hank González, gobernador del Estado de México. Pero la semilla ya estaba sembrada.
Los festivales actuales son distintos, pues se le pone atención a la música, pero también las marcas son quienes congregan a la gente. En el ’71 fue el amor, la paz, y por raro que parezca una mentalidad alejada de la política. Algo que muy difícilmente se puede dar en México actualmente. Era un despertar distinto.
—No. Avándaro no fue el Woodstock mexicano—, responde ante la inevitable comparación del mítico festival estadounidense de 1969. —Avándaro fue nuestro Avándaro y nada más; esto no es cualquier cosa. Fue importante porque respondió a la necesidad de los jóvenes de aquel entonces en nuestro país. Teníamos un contexto muy difícil y distinto. Creo que una de las herencias para los festivales actuales es que ahora dichos eventos son los únicos donde sigue reinando la paz; en comparación, por ejemplo, del fútbol, donde hay intereses que pueden desbordar en enfrentamientos. En la música no hay elementos que nos dividan. Esto sirvió para que otros vinieran.
—Avándaro fue necesario totalmente.
[quote]Si hubiéramos aprendido lo que debíamos de aprender de Avándaro, las cosas serían muy distintas. Hubiera, quizá, llegado antes la alternancia en el poder, pero la censura y el perseguimiento fue tal que nos impidió desarrollarnos. Fue la muestra más clara de que se podía congregar a una multitud de tal magnitud por la paz[/quote]
Tras este análisis, queda una última reflexión: —Ojalá no se repita otro Avándaro, sino que cada festival tenga su propio color; pero sobre todo que los jóvenes procuren adueñarse de los espacios que les pertenecen