Marauder: el oro es la fórmula

Cambiar. O no hacerlo. Aceptar el riesgo de saltar al vacío y decepcionar a tu base de fans con el cambio. O simplemente no hacerlo. De un lado bandas de todos los estilos y géneros, dispuestas a cambar con los avances del tiempo. Radiohead, The Strokes, Arctic Monkeys, Arcade Fire probando nuevas rutas que no siempre dan los mismos resultados. De otro lado, bandas como Interpol, que cuidan y desarrollan su sonido en medio de una escena dominada por el EDM, el trap y el hip hop.

Como prueba de esa resistencia ahí está  Marauder, la demostración de que no hay fórmula para el oro, y que al contrario, la fórmula es el oro.  ¿A qué más podrían sonar? Ya han pasado más de 15 años desde su debut y su sonido subsiste con la fuerza de antaño. Muchos podrían alegar que el sexto disco de la agrupación neoyorquina suena exactamente a lo mismo desde el ya mítico Turn on the Bright Lights. A un romanticismo decadente heredado al estilo “Love Will Tear Us a Apart» de Ian Curtis; a un post-punk revival distorsionado y lleno de texturas.

No hay que buscarle mucho entonces, ni pedirle calma al vicio. 13 canciones en donde no se asumen riesgos musicales, en donde aparecen las mismas credenciales de siempre: estructuras líricas poco claras, letras ambiguas, una reconocible vibración de la guitarra, una serie de capas envolventes que se incrementan, se intensifican, se suceden las unas a las otras. Es cierto que no hay novedades en el sonido y que la voz de Paul Banks se pierde mucho en una masterización atascada, garagera, casi noventera; ni siquiera los interludios logran sumar a un disco que encuentra en “If you really love nothing”, “Mountain Child” y “Surveillance” sus momentos más comerciales desde Our Love To Admire.

marauder

Pero nada de eso puede devaluar la calidad de la producción de Dave Fridmann (quién ya había trabajado con Spoon, MGMT, y los Flaming Lips) que presenta nuevas virtudes y avances, sutiles pero firmes. La forma de composición ha cambiado, y ahora es menos ambigua y más referencial. Hay también una afirmación de principios y una declaración de conceptos. Así, Marauder fluye alrededor de la idea de un viajero solitario o en angustia existencial que realmente no puede amar nada, que busca su camino a través de su propia esencia.  Todo eso acompañado por una versión revitalizada de Daniel Kessler y  Sam Fogarino, capaces de ofrecer rolísimas llenas de power como “The rover” o “Stay in Touch”, la canción que valida la espera, y quizás la más intensa desde “Not even jail”.

Así, Marauder es un paso más en el camino de Interpol, con el sello y color que la banda ha venido mostrando. Interpol siendo Interpol. Franqueza sin pretensiones.  Una pequeña demostración de que cambiar no siempre es la opción cuando ya se ha encontrado el oro, cuando uno lidera la escena alternativa, cuando se es referente del rock de nuevo siglo, rock contemporáneo. Lo sabrán ellos…

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