¿Qué está pasando con el metal en México?

2016 fue un gran año para el metal en México. Con una considerable cantidad de festivales mexicanos realizados en distintas partes del país y con un enorme poder de convocatoria, para sorpresa de promotores y organizadores. Si bien ya habían existido intentos por crear festivales metaleros de renombre internacional como los difuntos Live N Louder, Mezcal Metal Fest y Metal In The Forest, jamás le había llegado a nuestro país el auge de grandes festivales dedicados exclusivamente al metal (y alguna loca chichona colada por ahí).

Por lo anterior podemos afirmar que efectivamente en México hay una buena aceptación por este género, que dichos fanáticos pueden invertir en ver a sus bandas favoritas en un gran escenario, y sobre todo que se tiene un respeto y conocimiento sólido de la escena nacional… ¡ERRR! La realidad es que no.

Es curioso ver cómo el crecimiento de dichos eventos es directamente proporcional al hate que se le tira a las bandas nacionales, es cuestión de echarse un clavado a la sección de comentarios de estos festivales cuando invitan a los fans a proponer talento mexicano en su cartel; «Las bandas nacionales son una mamada(…)», «noooo, se supone que es un festival que tiene bandas chingonas que casi no vienen», «ya van a empezar a ‘anacarlo’, maldita sea; déjenlo con los originales. México no tiene metal».

Del último comentario su tío Pimentel opina:

La naturaleza del metalero mexicano, es de pedero, inconforme, reaccionario (en lo general a lo wey) y, aceptémoslo, malinchista. Y muchas veces este malinchismo va desde las esferas «más altas» del metal; recordemos a cierto organizador que rechazó y llamó «bandas pelusa» a aquellas bandas mexicanas que aparecen en las letras más chiquitas de los festivales mencionados —que obvio son mexicanas—.

No podemos regodearnos de que en México tenemos uno de los mejores festivales de metal en toda Latinoamérica, si por otro lado le tiramos mierda a bandas mexicanas muy talentosas y que llevan años chingándole solo para tener el desprecio de un pseudo metalero con acceso a Internet y poco criterio. A ese síndrome le llamo el «metalero Starbucks», aquel que (por estatus o por pendejo) sólo conoce y vanagloria a bandas gringas y europeas, y todo lo que no entre en esa categoría es malo.

No sea usted, amigo, un metalero Starbucks, investigue, escuche, vaya, lea, sea crítico. Después de todo, no hay nada más trve que conocer esas joyitas ocultas en «las pelusas» de los festivales.

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