Durante mi ya muy lejana niñez, mi Señora Madre intentó enseñarme a reconocer mis errores y a pedir perdón. La neta no lo logró porque le salí bien tozudo, pero tampoco creo que, así hubiera coincidido en tiempo, mi Jefita se hubiera entalingado del melodrama del Peñejo como ejemplo. Y, bueno, no aspiro a que su presidente (que no el mío) lea estas décimas —elementalmente porque no sabe leer—, así que mejor se las escribí a ustedes, a quienes yo también les pido perdón, pero por no haber hecho lo suficiente para que el ese Peñejo y todos sus secuaces paguen todas sus fechorías:
Ni en esto fuiste el primero
—ni en el perdón ni el exceso
(ya el JOLOPO, cual sabueso
decía cuidar el dinero,
¡y hasta salió plañidero!)—.
Hoy él anda en un panteón,
tú —casual— en nuevo avión.
Él era un asesino;
y tú también, uno mezquino…
¿De eso no pides perdón?
Dices ser el presidente
pero no siempre lo fuiste:
¡dejaste una historia triste
doquiera que condujiste,
gobernaste, dirigiste!
Atenco es situación
que sigue sin solución,
Polet, Teotihuacán,
¡Edomex hecho un desmán!
¿De eso no pides perdón?
Le echas la culpa a tu vieja:
(feministas: les encargo,
¡carajo!, ¡alguien dígale algo!)
que la artisteada sí deja,
que no es ninguna pendeja,
que no tiene relación,
y que la Constitución
te avala en todo momento…
¡Uno y su mal pensamiento!
¿De eso no pides perdón?
Pusiste un hobbit a modo
para investigar tu casa
y dijo: «Aquí nada pasa»,
tu Virgilio, alias Frodo.
Casa Blanca sobre lodo.
Y ahora sí, con decisión,
¡a atacar la corrupción!
Después de niño ahogado,
¡Peñejo de nuestro lado!
¿De eso no pides perdón?
Y es que un perdón no le da
comida y trabajo al pobre,
ni esta situación salobre
un “perdón” arreglará;
ni el muerto revivirá,
y tampoco la Nación.
No es sólo la corrupción,
son incontables los daños
—y aún faltan un par de años—
¿De eso no pides perdón?
Tú crees que acá no hay memoria,
que nos encantas por guapo,
que ya pasó lo del Chapo
y que amamos tu oratoria
machacona, ilusoria.
Pero, ¡nel!; otra opinión
tenemos cada región
de esas que ni conoces
—ni de nombre, ni de voces—.
¿De eso no pides perdón?
Sientes que ya la libraste,
peores cosas olvidamos,
pero ni tanto, estamos
en tal nivel de desgaste
que no creas que ya chingaste,
y más cuando absolución
pides por una razón:
la confianza regresar
para volver a robar.
¿De eso no pides perdón?
Nos faltan cuarenta y tres
y también muchos millones
de pesos y de ilusiones.
¿Es que acaso no lo ves?
¿Es tanta tu pendejez?
El país es un desmadre
y es por tu culpa, compadre.
Créete tu telenovela,
que te perdone tu abuela
y tú chingas a tu madre
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