Something to love…

Por Omar Duque

Han pasado ya tres meses desde el estreno en México de Bohemian Rhapsody y el bullicio que causó ha disminuido. Aun cuando se sigue proyectando en algunas salas de la ciudad, las emisoras y sus locutores, y los comerciales de las plataformas de música han disminuido la publicidad de la música de la banda británica. También en las redes sociales parece haber mejorado la fiebre Queen.

Si bien no soy un habitual asistente a las salas de cine -la mayoría de las ocasiones no termina de llamar mi atención la cartelera de superhéroes-, cuando supe que se acercaba el estreno de una película acerca de Queen asumí que debía verla en un complejo con esas adaptaciones y mejoras acústicas que siempre se reflejan en el costo de entrada, sobre todo por tratarse de una banda que me gusta. Mi espera se alargó unos días más después del estreno hasta encontrar una función con disponibilidad. Había olvidado el alboroto y la concurrencia que provocan las modas en los cines…

Para los que disfrutamos de música como la de Queen, este tipo de películas rescatan, reevalúan y dan a conocer a las nuevas generaciones las bandas clásicas. Nos proporcionan también otras opciones de ese cine que no cambia, ese tipo de cine al que se refería Alfonso Cuarón hace algunas semanas cuando le preguntaban sobre el estreno  y la distribución de su última película: “un tipo de cine que se limita sólo a un tipo de producto”. Incluso nos permiten un respiro  de la programación monótona de muchas estaciones de radio.

Sin embargo, después de tres meses, y con algo de calma después de la tormenta de publicidad, observo lo que en otras ocasiones: este tipo de películas parecieran sólo importarles a los que ya gustaban de esas bandas. Para la concurrencia que no suele escuchar música como la de Queen estas películas sólo significan una moda, una fiebre de quince minutos en la que, mientras dura la proyección, se conmueven por la vida y el talento de Mercury, y terminando la función, vuelven a dejarlo en el olvido como lo hacían antes de asistir al cine.

God Save the Queen

En lo personal celebro que una película aborde la trayectoria de una banda del calibre de Queen. Incluso si para redescubrir su música debo participar en esas “diversiones en masa”, como lo llamó alguna vez Hermann Hesse, lo hago con la seguridad de saber que esas bandas me lo retribuirán con el sólo placer de escuchar una vez más su música.

Un fan no es un consumidor pasivo. Un fan no se contentará con el resultado de la película mientras dura la moda. Un fan echará mano de cualquier recurso a su alcance para buscar algún disco, una canción o dato que se haya pasado por alto; mucho menos se permitirá dejar en el olvido o en la experiencia del cine cualquier nueva producción que se ocupe de su banda favorita.

Freddy Mercury demandaba en una de sus canciones alguien para amar, un fan de la música que no consume de forma impasible y por moda precisa de forma similar: requiere no “alguien” sino “algo” que le permita amar, o en su caso, que le permita reenamorarse.

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