Tune Yards y su desastroso «I Can Feel You Creep Into My Private Life»

Es como si se les hubiera ocurrido hacer un disco en medio de un gran momento de improvisación, en una fiesta de dos y con una cantidad de elementos que pareciese, existen con un único propósito: crear I Can Feel You Creep Into My Private Life,  el cuarto disco de Merril Garbus y Nate Breñar, los Tune Yards.

Bastantes escuchadas le dimos a este disco con la intención de comprenderlo, mal hecho. No siempre hay que buscarle un significado o definición a lo que por sí solo es, y que solo con eso basta para que nos transmita mucho, o poco, o lo suficiente para querer escucharlo una y otra vez, o definitivamente no querer volver a saber de él.

Ahora sí, y seremos bastante básicos para juzgar (pero sabemos que a parecepción de cada quién las cosas cambian) lo nuevo de los Tune Yards: están las canciones que odiamos, las que nos encantaron y esas que… ni en una casilla ni en otra; un término medio.

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Por favor, termina ya

Hay canciones que se mantienen en un repeat infinito porque en cada vuelta tratas de encontrar algo que te atrape, pero es imposible, tan imposible como lo fue “ABC 123”, un caos auditivo que llegó a desesperarnos, especialmente con el coro tan repetitivo que le da nombre al tema y un montón de ruidos nacidos de la nada que, sí, le dan un sentido a la canción, pero es demasiado, y para finalizar: agregan claxons, definitivamente querían crear un desastre. Por orden del disco le sigue “Now As Then”, no ignoramos la increíble voz de Merril, pero específicamente en esta canción, la perdemos, nuevamente, en el caos. Mismo desastre que encontramos en “Honesty”, una máquina de videojuegos descompuesta y un robot molesto que nos dice el nombre de la canción… ¿cada tres segundos? Basta.

Las que sí, pero no

“Heart Attack”, primera canción del disco; muy motivadora, tanto que molesta, y también, muy repetitiva.  Es justo ese momento en el que tanto sentimiento de carnaval se desvanece para dar paso a tres palabras: “I’m only human”, con una increíble paz e incertidumbre de fondo, por eso la amamos… pero no tanto. Luego nos llevan a una selva ruidosa, o eso es lo que nos hace sentir “Private Life” y “Colonizer”, canciones donde más variaciones de la voz podemos percibir, y eso nos encanta, pero la música, nuevamente, tan alegre y explosiva, no. Entonces llega “Free”, la última de nuestro 50/50, un intro espectacular que nos produce grandes expectativas, al contrario de las demás, aquí no disfrutamos tanto la voz, pero si la música.

Repeat obligatorio

Pero no andamos de haters para todo, y es mucho más con lo que sí nos quedamos: “Coast to Coast” nos conquistó porque la voz se desenvuelve con libertad y con muchos matices, el sonido es un ruido digerible y equilibrado, hasta nos hace bailar igual que “Look at Your Hands” que, por ahí nos recuerda un poco a New Order. Luego llega “Home”, el silencio y la calma de todo lo que te rodea pero una cantidad impresionante de estruendos en tu cabeza, algunos más delicados que otros, y hasta un poco burlones. Llegamos al final con “Hammer”, esta vez similar a Alt-j en ritmos y voces, ésta se sitúa en medio de los polos que contiene el disco: caos/calma, nunca termina, sólo se transforma en  “Who Are You”, la paz total, de todas, quizá la más lenta.

¡Ahora queremos su opinión!

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