El cuarto disco de Father John Misty, exhibe un nuevo sentido de empatía y vulnerabilidad, sin perder nada de su ingenio.
El ego de Father John Misty, hace que su música parezca realmente importante. La música no es tan relevante, por supuesto, pero cuando escuchas ese suave y suave rock aterciopelado con su antiguo tono, parece que sí, en la forma en que los narcisistas o el canon del rock clásico parece importante.
La autoficción de su composición imparte su propia pátina de verdad, algo que parece irrebatible si se suscribe al hombre, la voz, el vello facial. Se pasea por sus propias canciones como un rey melancólico que encuentra todas las oportunidades para captar su reflejo.
Su ego puede mantener a algunas personas a distancia, pero también es precisamente lo que hace que su música sea fascinante.Esto es solo una parte del vasto universo de Father John Misty que Tillman ha creado, con muchas notas a pie de página y apéndices. Su cuarto álbum, God’s Favorite Customer, es Tillman tratando de destruirlo todo.
El registro es comparativamente pequeño y vulnerable, tan lleno de ganchos como lo desgarrador; el tipo de vuelta a lo básico que casi parece demasiado calculado después de la densidad de Pure Comedy del año pasado. Escrito durante un período de dos meses cargados de emociones en una habitación de hotel de Nueva York, Tillman suena más sabio que inteligente. En lugar de la romántica bomba de I Love You, Honeybear, ahora son canciones de amor sin adornos, escritas desde la perspectiva de alguien que mira el mundo, no por ello.
Tillman solía escribir lo que sabía; ahora es como si estuviera escribiendo lo que acaba de aprender, corriendo para capturar una emoción recién nacida antes de convertirse en autoconsciente. Y aunque el God’s Favorite Customer, se inclina ligeramente hacia la autocompasión, es una sensación pasajera en un álbum que se asoma detrás de los muchos escudos cínicos de Josh Tillman.
