Una dosis de Hipnosis: así se vivió la 4a edición del festival

Todo comenzó cuando jaló del gatillo. No era una pistola normal, esta era una de esas utilizadas por los humanos para medir su temperatura corporal, según decían. Pero otras versiones más retorcidas aseguraban que era una pistola que te dañaba la mente. 

Quizás tenían razón, porque cuando la persona de la entrada jaló del gatillo, todo comenzó. Formadas por grupos, las personas comenzaron a entrar a un terreno de guerra azotado por el sol, allá en el sur de la Ciudad de México. 

Después de ese disparo directo en la frente, la gente entró en un largo viaje lleno de sonidos, ruidos, luces y humo de hierbas que se consumían en el fuego de sus bocas. 

DeraDoorian

El lugar era áspero, sin caminos definidos, grava que lastimaba a cada paso, un sol mortal y un terreno que no era más que polvo. Pero a quienes habían sido disparados en la frente poco les importó, pues hacía ya casi 20 meses que sus sentidos no eran testigos de una cosa así: un viaje musical cara a cara, hombro a hombro.

El público era escaso, a pesar de que el festival se retrasó dos horas. El tiempo se había revuelto y nadie sabía muy bien en dónde y frente a quién estaba parado y a nadie a cargo parecía importarle.

A pesar de esto, el público comenzó a soltarse, sobre todo cuando del escenario principal salió Mature Over Rated Animals para introducir retorcidos sonidos psicodélicos por los oídos de los pocos presentes. 

Frente a ese monstruo de telas blancas que colgaban y brillaban con el sol había un frío edificio, en donde por una pequeña entrada la gente hacía fila para ver los actos prometidos en el programa, pero la puerta permanecía cerrada. 

Mengers

Tras esperar cerca de otra, las personas desistieron y regresaron al escenario principal, donde los Mengers ya hacían explotar sus instrumentos. Fue en ese momento en que se rompió cualquier inercia que pudiera existir para disfrutar el festival. 

La música de este trío provocó el primer slam del día. Al círculo de baile la gente se introdujo sin resistencias, a disfrutar el contacto del que había sido privada en los últimos dos años. 

Cuando menos lo esperaba el público, por fin el segundo escenario fue abierto y DeraDoorian lo inauguró acompañada de una banda que formó especialmente para esta presentación.

Al mismo lugar llegó uno de los talentos más esperados: Ty Segall, quien subió sólo con una guitarra en mano. Aunque así fue anunciado desde un principio, al final su show acústico se volvió monótono.

Ty Segall

Pero todo volvió a la (no) normalidad con La Luz. El surf rock de estas chicas -y las interminables fumarolas que salieron del público durante su presentación- volaron la cabeza y los cuerpos de la gente, que sin darse cuenta, ya perdió el sol de su vista.

Con la noche todo el lugar se deformó. El gigante escenario blanco se convirtió en extrañas formas de interminables colores y repeticiones que rompían sus propias fronteras y llegaban a todos los rincones de un recinto que parecía imaginado por alguien en un muy colorido viaje de LSD.

La Luz

Ya en ese viaje, sólo quedaba seguir y dejarse llevar por las letras y música de Diles que no me maten, que tuvieron al público alienado durante todo su show lleno de visuales.

Pero sin duda, lo mejor aún estaba por venir. Pudo haber sido la propia música, las drogas o lo entrada que estaba la noche, pero a partir de Lorelle Meets The Obsolete, las presentaciones se sintieron distintas. La fuerza con las que fueron ejecutadas se transmitían en todas direcciones, era como si los instrumentos tocaran directamente sobre la piel o dentro de tu cabeza.

Fuzz

Lo mismo sucedió con el brutal repertorio de Fuzz, que quizás fue el mejor de todo el festival. El vigor de este trío es incuestionable. Música pura que te conquista al momento.

Los pies dolían de tanto caminar una y otra vez sobre el escabroso terreno, pero la mente aún no cedía. Aún faltaban algunas horas al festival bajo la batuta de Los Dug Dugs, los poco reconocidos ídolos del rock mexicano, a quienes el sonido les falló tantas veces que impidió disfrutar plenamente lo que prometía ser un histórico show.

Los Dug Dugs

Había llegado el momento. La Femme estaba en el escenario, lista para poner a mover los cuerpos que llenaron el escenario principal. Si bien se conectaron en todo momento con la gente, la presentación no fue tan explosiva como se esperaba. 

Enfundados en sexualizados atuendos, llegó el momento de TR/ST, que debió quedarse en el podio de recuerdos de esa noche para muchas personas. El proyecto canadiense y sus visuales ofrecieron un viaje completo. Fue casi imposible mantener un pie sin mover durante su largo set que convenció incluso a quienes no lo conocían.

TR/ST

Ya con un muy reducido público y ya entrada la madrugada, arribó la última banda del festival: Monolord. Desde el primer momento los amplificadores reventaron. La potencia con la que esta banda toca se puede sentir literalmente en el cuerpo. No importaba que no hubiera tanta gente porque quienes aún quedaban eran fieles seguidores de la agrupación y disfrutaron cada momento. 

Al final y a pesar de las fallas, la cuarta edición del festival salió en pie, triunfante y con esa sensación de no saber si lo que se vivió fue realidad o una Hipnosis.

Buen viaje

Las presentaciones de La Luz, Fuzz y TR/ST.

La diversidad de talentos que difícilmente vendrán por su cuenta.

Mal viaje

El recinto. Studios Quarry no es nada cómodo para un evento así.

El retraso del evento.

La mayoría de los asistentes, organizadores y prensa no usó cubrebocas.

Los precios de la comida/bebida.

Fotografías: Rodrigo Guerrero

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