Los Red Hot Chili Peppers y ese escape con el ratón

Tener once discos no es para todos, requiere varios factores, en especial la longevidad que es algo que pocas bandas tienen y más el factor de que las bandas longevas sigan sacando música nueva. Pero aquí están de nuevo los Red Hot Chili Peppers con The Getaway, su más reciente trabajo de estudio, después de cinco años de ayuno.

La historia principal de aquí no es que sea el segundo disco con Josh, sino que es el primero sin Rick Rubin; algo que hace mucho tiempo parecía inconcebible, que desde que se asentaron como una banda de alto perfil y salieron del underground fue de la mano del barbudo productor. Fueron esas épocas en las que era Midas: Slayer, Beastie Boy, Johhny Cash y los Peppers.

Ahora Danger Mouse es quien se lleva los créditos en la producción, quien también ya tiene un curriculum bastante impresionante, ya que además de los de california tiene a Gorillaz, U2, The Black Keys, Beck, Norah Jones y Gnarls Barkley.

Este cambio se nota bastante; la banda ya tiene hace mucho un sonido que los distingue, tienen un sonido más sofisticado, más voces, más instrumentos. La base de la música es el bajo de Flea, sus líneas son las que marcan la rienda del disco, pero desde el track 1 que le da nombre al disco, nos encontramos con Anna Waronker que da coros, dándole otra perspectiva a la canción.

Ese sonido diferente pero familiar, como el del primer sencillo del disco, que es el segundo track, «Dark Necesities». Es donde se ve que le quitan la carga a Josh, donde también entra en juego Nigel Godrich (el que con Flea formaría junto a Tom Yorke, Atoms for Peace) que le da una textura diferente que no depende de la guitarra. Pero aún así, el solo tomó vida propia en la canción, acompañado sutilmente del coro de voces.

En «We Turn Red» se ve la influencia que tiene en el sonido el nuevo productor, ya que el mellotron trae algo nuevo, algo que se funde con el slap de Flea; para en el track que sigue «The Longest Wave» todo comienza con una línea melódica suave que mas bien acompaña a Kiedis, para volverse enorme y fastuoso con el arreglo del cuarteto de cuerdas en toda su expresión.

«Goodbye Angels» es una canción triste como hace mucho no tenían, donde tal vez la música no concuerde con la letra, pero es algo que casi no hacen (tal vez en el One Hot Minute). La letra hace pensar en el fin de Dani California, esa chica que era la encarnación de todas las relaciones con Kiedis… parece que ha llegado a su fin. Algo triste, después de pensar en esa posible redención que había tenido en «Dani California» en el Stadium Arcadium.

Si queremos darnos cuenta de ese experimento y ese jugar con su música esta «Sick Love», donde no solo tiene un ritmo medio reggae… que además tiene en el piano a John Elton, además de estar en la parte del piano.  Una pieza como no tenían en su discografía, donde Mauro Refosco es el encargado de las percusiones al igual que en «Go Robot», un track con un aire 80’ero donde Chad es quien se lleva los reflectores, junto con el solo de sinte y guitarra.

Un cambio significativo es las letras, desde «Dark Necessities» Kiedis decía:

«Darkness Help Us to Shine»

Además de tener ese posible desenlace de Dani California, esta «Feasting On the Flowers», que nos da un disco más oscuro, más cercano a Califonication que a By the Way hablando del sentimiento de las letras.

«Feasting on the flowers so fast and young
It’s a light so bright that I bite my tongue»

Siguiendo con las letras «Detroit» es rarísima. «Dani California» o «Around the World» nos enseñaron que somos ajenos a el mundo o a estados de la Unión Americana que no sean California… pero dedicarle toda una canción a otro estado, es impensable para una banda que tiene un disco y un hit llamado «Californication». Pero esas menciones a Henry y su Ford también se escuchan en los instrumentos. Con los tamborazos más marcados y la guitarra más estruendosa. La referencia a Funkadelic es algo que se va a ver toda la vida en esta banda (más allá de Blackbyrd).

«This Ticonderoga» parece una especie de rendición de The Stooges con algo de funk. Las guitarras más agudas y la batería más pesada, le dan un aire diferente al disco, como todas las demás canciones. Que ninguna se parece entre sí. Como «Encore», una canción que te hace sentir melancólico, con referencias actuales, referencias viejas, referencias a los Beatles. Ese coro de voces y ese tono con el bajo, que simplemente hace que te dejes llevar.

Las re introspección de Kiedis continúa con «The Hunter» con referencias a Hemingway y canciones de Beatles, acompañadas por otros pasajes, que te hacen deprimirte un poco. Aunque te despista aquí la música, si no fuera por el tono de Anthony, no sabrías que es de la banda. Aquí Josh alarga las notas lo más que puede, no dejándolas morir, que crea la atmósfera que el cuarteto de cuerdas acentúa haciéndola más lúgubre,

Para cerrar, «Dreams of a Samurai» tirando toda la carne al asador: Soltando por fin a Josh, que este disco ha ido de maravilla de la mano del piano. Otra vez, también aquí Flea sigue luciéndose con todo lo que hace. Parece al By the Way por como termina, con una canción grandilocuente, cerrando con un solo vocal de Beverly Chitwood.

El arte de renovarte y no morir en el intento parece que es una casilla marcada por la banda, donde mantienen su esencia: la cadencia de Kiedis según se necesite, las líneas de Flea que le dan vida a la canción; Chad el ancla que Flea necesita, además de lucirse también; junto a una guitarra variable, virtuosa, capaz de cumplir con varias funciones.

Se están ya, quedando cómodos con su nuevo guitarrista y éste ya esta cómodo con la banda. La llegada de Danger Mouse le ayudó a liberarse de esa carga que había heredado de Frusciante, quien era el  encargado de llevar la batuta musical de la banda. Además de hacer su esencia más compleja, con esa nueva de sonidos, instrumentos y personas.

Están lejos de colgar los instrumentos, cuando se están renovando… todavía tenemos Peppers para rato.

 

 

 

 

 

 

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