Fotos: Carlos Sain
Si vas a celebrar cuatro décadas de historia, más te vale hacerlo en grande. Y Hombres G no decepcionó. El estadio GNP se transformó anoche en una máquina del tiempo que nos llevó desde 1985 hasta el presente con un repertorio que tuvo de todo: nostalgia, gritos, lágrimas, metales, coristas y… bueno, un par de colaboraciones algo cuestionables.
La noche comenzó fuerte para los fans más old school —sí, esos señores y señoras que ya van rumbo a los 60 pero siguen coreando con alma adolescente—. Tengo una chica, Mujer bandera, Solo otra vez, Chico tienes que cuidarte y Mis amigos fueron parte del set que abrió esta fiesta.
¿La joya de la noche? Ver a Ana Torroja junto a Hombres G cantando Si no te tengo a ti. Dos leyendas en el mismo escenario, dos voces que marcaron generaciones. El estadio se vino abajo (en el mejor sentido).
Pero no todo fue gloria. Alex Syntek se trepó al escenario para «Chica cocodrilo» y… digamos que fue un momento para ir al baño. Una intervención innecesaria que le robó fuerza a uno de los himnos más esperados.

En contraste, Carlos Rivera —aunque ajeno al rock— supo cómo dejar su huella con una interpretación romántica de Te quiero. No fue épico, pero sí bonito. Punto para él.
Y claro, no podía faltar Rubén Albarrán. Siempre aparece y anoche no fue la excepción. Ironía máxima: colaboró en Visite nuestro bar cuando el compa ni toma. Pero bueno, ahí estaba.
El momento más explosivo llegó con una cuarteta que nos dejó sin voz: Indiana, Lawrence de Arabia, Nassau y Suéltate el pelo. Eso sí fue un golpe directo a la memoria emocional. Un combo ganador que nos puso a brincar como si el jueves no existiera y las rodillas lo resistieran.
Entre luces de celulares que iluminaron el estadio durante Temblando, la sonrisa permanente de Javier Molina (quien se rifó con No puedo besarte y el intro de Venezia), y una alineación de músicos extra que le dieron un sonido renovado al show, Hombres G demostró que 40 años no pesan… cuando sabes cómo divertirte.

Y es que cada concierto de esta gira ha dejado postales únicas. En España, por ejemplo, miles de fans colgaron pancartas con frases de sus letras más icónicas. En Argentina, David Summers rompió en llanto con el coro masivo de Te necesito. Y en Chile, subieron a una pareja al escenario que se comprometió en plena canción. Lo de anoche en México se suma a esos momentos inolvidables, pero con el sello muy nuestro: fiesta, desmadre y corazón.
Cerraron con Sufre mamón, porque este no fue un concierto cualquiera. Fue una celebración. Una noche de clásicos, de historias cantadas a gritos, y de momentos que ya forman parte de la historia de la música en español.



