Viernes, dos de la tarde. Un infierno gris que se esfuerza por no ser horrendo, pero que no puede dejar de serlo. Es el infierno gratuito de las calles repletas, de un Añil, Churubusco o Viaducto congestionados, de los viernes sin quincena y con trabajo; una tarde del peor de los infiernos, la rutina, de la cual solo pocos pueden escapar.
Pero, para esos pocos que se atreven a faltar al trabajo con o sin permiso hay otro tipo de infiernos a su alcance, un infierno sintético al que se paga por entrar y que se esfuerza por ser horrendo. Donde gente se disfraza para asustarte o se arrodilla ante un afiche de Ronnie James Dio; donde las cervezas cuestan $70 y no venden cigarros hasta después de las 6:00 pm. Es el festival Hell & Heaven del Autódromo Hermanos Rodríguez, convertido en una especie de convención de playeras negras, de club de testosterona metalera, de cabelleras largas, chamarras de cuero y anillos de calaveras.
Ahí, cuatro escenarios se reparten las 27 bandas. El escenario True Metal, un poco más de culto y subterráneo, vio recorrer por su plataforma a Nightbreed, Jet Jaguar o Vein, antes de llegar a tres grandes pesos pesados: Testament, de espectaculares riffs, la esperada banda de goth metal portuguesa Moonspell, en uno de los actos más etéreos de la noche, y a otra banda muy aclamada como Sabaton.
En el Alternative Stage, más chico y con reprochable menor acústica, se presentaron Beta, Sierra León, Maligno, o los ya referentes Resorte, demostrando que también hay propuestas mexicanas que le apuestan a un rock más pesado, directo y de garaje.
Por su parte, los Hell & Heaven Stages, dos escenarios simultáneos, cuya dinámica y regla, antes de las primeros demoras y fallas, era no dejar de sonar en ningún momento. Así al instante que The Warning acababa su presentación sopesando las posibilidades de un resurgimiento de rock hecho solo por chicas, QBO ya estaba listo para seguir encendiendo el escenario.
Cielo e infierno pues, en una especie de diálogo: del rock progresivo de Ágora al ruido brutal De La Tierra, con una imagen que podría asustar a cualquier despistado, Alex, tocando la batería como “El Animal” que siempre fue, incluso en la peor etapa de Maná. Pero esto se trata de música sin géneros, aunque sin electrónica, por favor.
Mención aparte para Kadavar un trío de stoner rock y psicodelia que hace relamente un escándalo impecable. Un rock de barbas largas y sudor, de una banda que domina muy bien su estilo, pesado, cadencioso, improvisado, que además logró algo que muy pocas bandas en la noche: sonar limpio.
Y entonces se soltaría la lluvia, que escribo lluvia, sino tromba, desatada para calmar un poco un infierno (que de heaven tiene sólo la sensación de libertad, soltura y desenfreno). Una lluvia que no se detendría en toda la noche, y que caería sobre todos los escenarios por igual. Pero ni la lluvia podría detener el festival, que seguía con The Darkness, en el Alternative Stage, que con su glam rock convocaría a muchísima gente, siendo quizás, de los actos menos pesados, y con la monumental Mastodon que se ha ganado un lugar en el referente del trash y el metal, y ahora lo volvía a demostrar.
Entonces sería el turno de cerrar escenarios. Bad Religion, lo haría en el Alternative cuestionando en media presentación con un setlist, el no haber sido incluido en los dos principales. Y es que habría que estar ahí para ver la pasión que desbordaban los súbditos de la banda de punk, que en medio de slams masivos coreaban cada una de las breves canciones de no más de tres minutos. Épico y salvaje premio para miles de fans que tenían ya muchas ganas de verlos en vivo.
Por su parte, Deep Purple haría los honores en el Heaven Stage, demostrando que no es lo mismo ser viejo que clásico. Con rolas como “Highway Star”, “Smoke on the water” o “Black Knight” y con espectaculares demostraciones de solos de teclado, pondrían el ánimo a tope para recibir a los Scorpions, en su probable última última presentación en México, ¿o no?
Los Scorpions sacudieron tanta expectativa generada. Parece que nada puede doblegar un espíritu setentero, como los Scorpions quienes se dieron el lujo de verse como una banda de rock pesada y potente, además ser complacer a sus fans al tocar “Winds of Change” o “Still Loving You”, de homenajear a Motörhead con “Overkill” y hacer sentir la ausencia de Lemmy hasta antes de cerrar el primer día del Hell & Heaven 2018, con uno de esos himnos, dedicados no a la lluvia, sino a ese género y gente que con playera negra o hasta sin ella resiste los embates del mal tiempo: “Rock you like a Hurricane”.