Fotos: Rodrigo – IG: @rogmwolf
Aunque la afluencia fue menor que en otras ediciones, muchos lo agradecieron: más espacio, menos empujones y una mejor vista del escenario. El llamado “Festival del Pop en México” regresó al Autódromo Hermanos Rodríguez con dos días de música, nostalgia, energía y uno que otro grito ahogado entre canciones que marcaron a más de una generación.
La jornada arrancó con Jacinto, quien con una carrera aún joven ya se posiciona como una de las voces más relevantes de su generación. El cantautor, con su vibra de rock en español, nos llevó directo a la época de las cartitas dobladas, los crushes de secundaria y las canciones dedicadas por MSN Messenger —sí, con zumbidos incluidos. Las imágenes proyectadas durante su show hicieron el combo perfecto para este viaje retro-romántico.


De ahí nos lanzamos a ver a los incombustibles Hanson. Sí, los mismos que aparecieron hace treinta años con el legendario “MMMBop” y que siguen aquí, contra todo pronóstico, girando y regalando nostalgia pura. Aunque fueron etiquetados como one-hit-wonder, su set fue una bomba de recuerdos: “Weird”, “Thinking of You”, “Where’s The Love” y, por supuesto, el momento cumbre con “MMMBop” que desató gritos, saltos y coros que se escuchaban hasta en la curva peraltada.
El calor del viernes era brutal y los precios ni se diga: $200 pesos por una chela, pero ni modo, había que hidratarse. Con vaso en mano y bloqueador ya derretido, el recorrido entre escenarios continuaba. Hacia las 6:00 p.m., los asistentes comenzaban a llegar en oleadas. Morat y David Guetta ya se asomaban en el horizonte y la emoción subía como espuma de cerveza tibia.




Antes del clímax del día, Sofi Tukker se apoderó del escenario con su show irreverente, colorido y lleno de beats. Justo era el cumpleaños de Sofi, así que el público se rifó cantándole “Las Mañanitas” con más entusiasmo que cuando le cantas a tu tía en el desayuno familiar. El dúo estadounidense, amado en México, demostró que no hay fallo con ellos en vivo: hits, baile, carisma y un show para ver mínimo una vez en la vida.
Y entonces… Morat. La banda colombiana es, hoy por hoy, la sensación del pop latino. Apenas pisaron el escenario y el Autódromo explotó. Cada verso fue coreado por miles, cada acorde fue celebrado como gol en final de mundial. Durante hora y media no hubo pausa ni respiro, solo romanticismo a flor de piel, besos furtivos y casi-algos que se tomaban de la mano con “Mi Suerte”, “Cómo te atreves” y otras baladas que rompen y curan en igual medida.




Pero la fiesta no terminaba ahí. La noche viró a una pista retro con Patrick Miller, que nos dio una clase intensiva de electrónica ochentera con hi-NRG, techno y new beat. Fue como un viaje en máquina del tiempo directo a las míticas noches del Salón Tropicana. Y luego, el plato fuerte: David Guetta, el mero mero del viernes. Su set fue un viaje por éxitos como “Titanium”, “Play Hard”, “Memories” y “Nothing But the Beat”, con visuales, beats y luces que le dieron al festival un aire de EDC dominguero.
A las 12:10 p.m. el aire se ponía más fresco, pero el ambiente seguía hirviendo. Gente sin camisa, otros en modo “liberación total”, y todos absolutamente entregados a la música. Así cerraba la primera noche del Tecate Emblema: con energía, pop, electrónica y un sinfín de recuerdos desbloqueados.
Y apenas era viernes… aún quedaba un día más para seguir bailando, gritando y —por qué no— reviviendo todos esos “momentos que ya no están” pero que, por unas horas, regresaron para quedarse.
