¿Cuál fue tu pretexto, Hawking?

«El universo no sería gran cosa si no fuera hogar de la gente a la que amas»
—Stephen William Hawking—

Pues yo andaba elucubrando sobre cómo podría realizar este regreso a las aguas turbulentas de la, ya ni digo escritura sino aunque sea publicación, cuando mi ser más amado me contó, como emergencia que era y con la afectación debida: «ahora fue Stephen William Hawking». Y bueno, al igual que ella, ustedes seguro que tampoco me van a creer, pero justo cuando sucedió, neta, se los juro, yo estaba hablando con un físico verga sobre cosas de física verga y ni idea teníamos de que se nos estaba adelantando otro físico verga. Quizás el más verga.

Ya sé, ahorita hay una cantidad cuasiequivalente a la cantidad de materia oscura en el universo, de memes y comentarios, todos ya saben, agudísimos e hilarantes, artículos periodísticos bien originales, y su biografía (autorizada o no) estará disponible en el preciso instante en que tú, lectoralectorquerido leas esto. ¿Ahora resulta que todos éramos fans de ese compa? ¿Todos nosotros, que ni siquiera pasamos física de la preparatoria? Pues sí. ¡Todos al transbordador espacial del mame! Disfrutemos de esta otra “Radiación de Hawking”. ¿Por qué? Pues porque nomás faltaría que se apague una de las mentes más importantes de nuestro tiempo, y que no le afecte al mundo.

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Subamos. De verdad da igual que lo único que conocieras del doctor Hawking fuera su robótica voz, que aparte, estaba más chida que la de la tal Siri, la de Alexa, la del Waze; y hasta que la del mismísimo Morgan Freeman. Simplemente porque su voz se sigue escuchando cuando él ni siquiera podía hablar. Y hablaba. Desde los 60 en que se hizo famoso por su teoría sobre los agujeros negros, a una edad en la que la mayoría de nosotros no hacíamos más que tragarnos los mocos; no paró de decir cosas que la neta ni entendemos, pero alguien tenía que entrarle a explicar para entender el universo. Alguien tenía que hacerle frente al tal diosito. Y obviamente tenía qué ser alguien suficientemente duro como para aguantar ser desahuciado desde la juventud, y seguir de necio medio siglo más. Alguien tenía que levantar las teorías científicas aunque él no se pudiera levantar de su silla.

“Que descanse en paz”, dirían algunos. ¿Descansar? ¿En paz? ¿Este individuo que ni siquiera por tener esclerosis descansaba de pensar todo el tiempo, todo el tiempo —y todo el espacio—? Nah, descansar nada, pero menos deberíamos descansar nosotros. Si alguien que a la postre ya sólo podía mover un músculo de la mejilla logró 12 doctorados cuando algunos ni la licenciatura terminamos; chingo de medallas cuando algunos nomás la de la carrera denoséqué en el Paseo de la Reforma; chingo de libros escritos, cuando algunos ni siquiera tienen dos leídos; chingo de teorías científicas cuando algunos siguen creyendo que todos los animales del mundo se salvaron en un arca, ¿qué tenemos para decir nosotros? Digo, unir la relatividad eisteniana, si se me permite el epónimo, y la mecánica cuántica, cuando algunos todavía piensan votar por el PRI. ¡Ah!, y aparte tener dos esposas y tres hijos mientras hacía todo lo anterior. Quizás la pregunta, la verdadera “teoría del todo” debería ser: ¿más o menos qué has hecho tú? Y sobre todo: ¿cuál es tu pretexto?

Y es que, viéndolo bien, en algo sí que nos parecemos a él. No nos movemos, estamos sentados. No hablamos, o más bien sí, hablamos ya siempre a través de un ordenador. Ahora, ¿por qué no nos parecemos también en eso de romper toda barrera, todo límite? ¿Qué no hasta se dio el lujo millenial de inventar el ese ice bucket challenge (que yo sostengo que fue el precursor de todos los subsecuentes)? ¿No hasta salió en televisión haciendo comedia? ¡Comedia! Todavía sacó versiones “lite” para que los obtusos como yo entendiéramos un poco de ese universo que traía en la mente, a pesar de que sólo podía decir tres palabras por minuto, comprobando también, que no porque se hable mucho, el mensaje es valioso.

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Cierto periodista del periódico El Mundo (al cual envidio), una vez lo entrevistó. Decía que sus respuestas tardaban medio minuto en llegar. Más allá de que hubiera valido la pena esperarlas un día o un mes, sucede que hay respuestas que llevamos esperando toda la historia de la humanidad. El doctor Hawking, por lo menos, intentó algunas.

«En el espacio vacío se pasan formando partículas virtuales de la nada, pero esas partículas desaparecen en menos tiempo que lo que dura el tiempo más corto posible porque una vez separadas se atraen, se vuelven a juntar y se cancelan desapareciendo». ¿Y no es como la vida misma? ¿Soy muy exagerado, o este cabrón todavía se dio el lujo de inventar algo así como poesía científica?

Dice otro gran científico, Neil Degrasse Tyson, que hoy el universo es menos inteligente. Es cierto. Pero también es cierto que gracias a Stephen Hawking, fue más inteligente que nunca, porque si bien Hawking decía que: «el universo no necesitó ayuda de dios para existir», nosotros sí que necesitábamos la ayuda de personas como él para entenderlo. E insisto, ¿cuál es nuestro pretexto para no hacerlo?

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