Dime dónde estudiaste y te dirán quién eres

Ilustración de Patricia Alvarado

Aceptémoslo, si el ser humano es competitivo por naturaleza -y un poco ególatra- el músico lo es aún más. No hay forma de ganarle un argumento a un profesional de la música, y cuando dos se juntan es peor, pero cuando vienen de distintas instituciones educativas se abre la caja de Pandora

A lo largo de nuestra vida académica, sobre todo en la universidad, nos han querido vender ese lema barato de «el alumno hace a la escuela», aunque en realidad sea todo lo contrario. La escuela de la que venimos siempre se hará presente en nuestra vida profesional lo queramos o no.

Por azares del destino -otra forma de llamarle a una apresurada, ergo mala, decisión- he tenido la fortuna de haber iniciando mi licenciatura en una institución pública y concluyéndola en una privada, teniendo un decente panorama de las posturas que dichas instituciones le inculcan al alumno, es decir, «Eres un líder proactivo, aquí puedes cambiar la miseria del mundo, aunque no sepas cómo» y «Sabes más que los demás, no importa que no lo sepas aplicar, por estar aquí eres lo mejor». Ustedes adivinen de quién es cada una.

Las escuelas de música en México no se alejan mucho del anterior modelo. Por un lado tenemos al Conservatorio Nacional de Música, institución que se ha caracterizado por el gran desarrollo artístico de sus egresados por más de 150 años en materia de música clásica o de concierto. Por otro lado G Martell ofrece a sus alumnos un giro contemporáneo, es decir, se vale de recursos tecnológicos para enseñar ejecución, composición y producción de música contemporánea.

Un juicio más superficial, y que impera en la opinión pública, es el siguiente:

  • G Martell: Escuela patito para que los niños ricos se entretengan un rato jugando a ser músicos.
  • Conservatorio: Escuela para futuros virtuosos de las músicas finas.

En realidad ambos tienen sus fortalezas y deficiencias, aunque siempre será más fácil atacar a la institución privada porque «pagas por un título», sobre todo si se recurre al «Yo no la conozco, pero dicen que…».

Al final, cada quién deber abrirse camino en el saturado -y mal pagado- mundo música de la mano de sus propios intereses y ambiciones. La institución sólo siembra las bases para el desarrollo del profesionista, y claro, para que otros músicos te etiqueten a gusto antes de conocer tu trabajo.

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